DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Junio de 2013

El fantasma de la sostenibilidad

 

Un fantasma nuevo paseó por los pasillos del Capitolio durante la discusión de la ley sobre el sistema de salud. Se asomó a algunas comisiones, aterró  a los que notaron su presencia y, ante los alaridos de pánico de quienes lo vieron, salió corriendo del Senado,  aparentemente más asustado que aquellos a quienes asustó. Así fue, súbita y alarmante, la presentación en público de la sostenibilidad.

Las circunstancias que la rodean, sus alcances y el impacto en la vida de los colombianos están por verse. Solo hay seguridad sobre una cosa: volverá. Tarde o temprano regresará para aclimatarse. Tampoco sabemos si lo conseguirá o huirá de nuevo. Pero volverá. Seguro, volverá.

Mostró su rostro en los debates sobre las tutelas relacionadas con la salud, que se convirtieron en recurso para lograr la atención a pacientes que exigen tratamientos especialmente complejos, largos o costosos. Así las negativas se superan,  pues  las tutelas obligan a prestar  servicios que los usuarios consideran incluidos en sus derechos y las entidades del sector excluyen  con alguna frecuencia.

En medio de sus imperfecciones, el sistema vigente encontró los caminos  para solucionar las diferencias, caso por caso. No es el ideal pero es una manera de mantenerse operante.

La sola mención de la sostenibilidad puso las alarmas a sonar con una estridencia que demuestra lo sensible del asunto. Es obvio que el sistema debe ser sostenible. Y las posibilidades fiscales son un factor determinante, porque nadie puede pretender que se imponga una reglamentación ideal si no hay con qué pagarla. Hasta el analista más lerdo comprende que si no hay recursos el sistema se muere  en la cuna.

Pero, como se alcanzó a oír en la visita inicial del fantasma, la “sostenibilidad” podría tenerse en cuenta para cada caso. Por ahí se abre una tronera para toda suerte de interpretaciones, un campo de batalla entre las urgencias del paciente y las políticas de la entidad a la cual está afiliado, en donde se juega la supremacía  entre el derecho del usuario a  vivir sanamente y la solidez financiera de la entidad prestadora del servicio.

El  fantasma que escapó del Senado reapareció en la Cámara de Representantes y parece que se arropó entre los textos aprobados. Si es así y no lo destierran en la conciliación de las diferencias de Senado y Cámara, preparémonos para las complicaciones que traerá  incluir la  sostenibilidad, como factor específico para determinar hasta donde va el derecho  fundamental de vivir saludablemente.

Alistémonos, además, para que el criterio de la sostenibilidad fiscal se extienda al ejercicio y protección de los demás derechos de los colombianos. Las deficiencias en los servicios de salud serán explicadas por los expertos en presupuesto. Y al enfermo que le dan con la puerta del hospital en la nariz le dirán que hable con la tesorería, para que  allá le demuestren cómo los recaudos no alcanzan para financiar los cuidados médicos que necesita. En otras palabras,  al enfermo le explicarán que no es sostenible mantenerlo vivo.

De acuerdo con la teoría, nada de esto sucederá pero, en la práctica, sabemos  que ahí desembocarán las interpretaciones sobre sostenibilidad. Y las personas no se enferman ni se mueren en la teoría sino en la práctica.