DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Mayo de 2013

Un año desaprovechado

 

El balance del primer año de vigencia del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos es una comprobación más de la manía de dejar todo para última hora. Llegamos tarde y sufrimos las consecuencias de estudiar y hacer la tarea, a las carreras, la noche anterior al examen.

Durante años se discutió la conveniencia de un acuerdo de esta naturaleza. Amigos y enemigos cantaron sus alabanzas y gritaron sus críticas. Los expertos explicaron las ventajas y desventajas. Los gobiernos especializaron sabios en el tema. El sector privado conoció los antecedentes. Los gremios midieron las cláusulas propuestas. Y, también como siempre ocurre, se politizó la discusión, hasta el extremo de viajar a Washington los más caracterizados enemigos de Estados Unidos para pedirles a las autoridades americanas que no lo aprobaran, porque  a los antiamericanos de aquí no les gustaba.

Y sindicalistas de acá se unieron a los de allá para manifestar su cerrada oposición, alegando unos curiosos argumentos, según los cuales el TLC perjudicaba el empleo simultáneamente en Estados Unidos y en Colombia.

Alrededor del Tratado sucedió de todo, menos preparar al país para las transformaciones que causaría en la vida económica, social y política del país, y actualizarnos en las nuevas formas de relacionarnos con los        productores, consumidores y el gobierno norteamericanos.

Temas tan obvios, como la adecuación de la infraestructura indispensable para mover los nuevos volúmenes de un comercio reciente, se quedaron en documentos y discursos. La atención al sector agropecuario para que pudiera enfrentarse a unas  competencias muy duras, no pasó de  las buenas intenciones. El impacto en los servicios se mencionó, pero no generó una política  acorde con el cambio. Y así podríamos recorrer cada aspecto de la vida nacional viendo cómo se repitió lo mismo. Mucho debate pero poca preparación.

Por eso el balance no es plenamente satisfactorio. Apenas puede calificarse como el mejor que la improvisación podía lograr.

Ahora lo triste sería que, vistos los resultados del primer año, tampoco nos preparáramos para lo que viene y el país se limitara a discurrir sobre las bondades del libre comercio, sin ajustar su aparato productivo para aprovechar las infinitas posibilidades que le abren las puertas del mercado más importante del mundo.

Después de la insistencia para que se aprobara el TLC, de los reclamos por la demora, de las pataletas porque algunos legisladores del Congreso norteamericano pensaban en sus electores primero que en los nuestros, vienen las quejas porque  al finalizar el año inicial los resultados no son tan esplendorosos  como lo serían si el país se hubiera preparado adecuadamente.

Y la alharaca no es mayor, porque la opinión pública se enfocó  en las conversaciones de La Habana y “la paz” es el nuevo eje de las preocupaciones nacionales.

Pero si, aunque sea con retardo, no nos preparamos para la nueva situación, lo que pensábamos sería una puerta de salida hacia el mercado con la mayor capacidad adquisitiva, se convertirá en una compuerta de entrada para los productores del exterior.

Es una lástima que no se aprovechara bien este primer año, pero sería peor desaprovechar los próximos.

En el mundo globalizado de hoy no se puede presentar como el gran triunfo de la economía colombiana la exportación de fotonovelas, horóscopos y chirimoyas.