“Me tiene sin cuidado”
En la crisis postelectoral de gobernabilidad que vive Venezuela, Colombia puede resultar una gran perdedora, como consecuencia de un manejo arriesgado de nuestras relaciones internacionales.
De tanto tratar de justificar lo injustificable empezamos a mostrarnos ante la comunidad internacional como un país que se juega su credibilidad en un juego de azar diplomático, sin medir las consecuencias más allá del día a día.
El alma de nuestra diplomacia no puede divorciarse de nuestras convicciones democráticas ancestrales. Entre otras cosas porque, por ese camino, mañana cualquier país se sentiría legitimado para apoyar una aventura electoral delirante en Colombia e intervenir abiertamente en nuestra política doméstica.
Toda acción tiene sus consecuencias y las acciones y declaraciones del presidente Nicolás Maduro no son una excepción. Sus anuncios sobre cómo debe acelerarse la revolución, los ataques insultantes a los Estados Unidos, la destemplada reacción ante España, la forma de referirse a sus compatriotas que piensan distinto, las amenazas a sus competidores, los vuelos de aviones militares sobre Caracas, hasta los relatos del pajarito que transmite mensajes del otro mundo, obligan a preguntarle a la Canciller si esta persona puede seguir como depositario serio y garante de los acuerdos de paz con las Farc. ¿No se considera confiables a los senadores colombianos pero sí a alguien que puede incendiar el barrio?
El incidente con el senador Juan Mario Laserna es muy ilustrativo de los extremos alcanzados en esta materia. Varios miembros del Senado colombiano fueron invitados a asistir como observadores de las elecciones presidenciales de Venezuela. La Cancillería no estuvo de acuerdo y, en consecuencia, no viajaron. Así lo explicó Laserna cuando los periodistas le preguntaron en Caracas por qué acudió él solo. Al solicitársele una explicación sobre el tema, la Canciller dijo: “me tiene sin cuidado”.
¿Sin cuidado? Todo lo que ocurra en un país limítrofe, con una extensa frontera común de intenso tráfico, que además es nuestro primer socio comercial es del máximo interés para Colombia.
En un caso tan delicado como el venezolano todos los países vienen actuando con especial cautela, para no causarle daños a las instituciones democráticas que, como ya está probado, no se limitan al interior de los países. El contagio es inevitable y el costo es inmenso. Hasta los Estados Unidos, tan cuidadosos de sus abastecimientos de petróleo, fijaron una posición clara frente al recuento de los votos.
No hay ninguna razón para precipitarse y tomar partido en las disputas que se presenten en la casa vecina, ni siquiera cuando las encuestas muestren unas amplias mayorías en vísperas de las elecciones. Las ventajas aparentemente sólidas no pueden llevar el pragmatismo diplomático al extremo de relegar las convicciones democráticas, para guiarse por sondeos de opinión que publiciten diferencias de más de dos dígitos.
Y cuando los resultados electorales demuestran que la población está dividida en dos mitades sensiblemente iguales, la prudencia más elemental aconseja no entremeternos en lo que no debemos ni correr a enemistarnos con una de las dos.