Serena alegría de Benedicto XVI
“Su renuncia es un testimonio vivo de fe”
La serena alegría de Benedicto XVI durante su última audiencia como Papa, es fruto de su profunda comunión con Dios, lograda a través de la oración.
“El Señor me ha guiado, ha estado cercano a mí, he podido percibir permanentemente su presencia”, expresó en medio de la sobrecogedora ovación de más de 150.000 personas, procedentes de diferentes países de mundo, que lo despidieron emocionados. Fue una jornada histórica para la cristiandad, que catapulta la figura sencilla de Benedicto XVI. Como en el Magnificat: “El hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”. El Papa termina su pontificado agradecido por el afecto de millones personas sencillas de todo el mundo y en “comunión de hermanos y hermanas en el cuerpo de Jesucristo”. Son millones de católicos y no católicos que hoy le reconocen su indiscutible autoridad moral. “El Papa nunca está solo y ahora lo experimento de corazón”. Más adelante agregó: “Uno recibe la vida precisamente cuando la dona”
Su desasimiento total de los poderes de este mundo eleva su figura espiritual de Papa orante, que se queda. “No abandono la cruz, sino que permanezco unido al Señor crucificado, en el servicio de la oración”. Paradójicamente en una sociedad tan descreída, su renuncia se convierte en testimonio vivo de fe y profunda confianza en los frutos del evangelio. Desde su fragilidad humana removió los cimientos de la Iglesia, para despertarla. “He sentido que mis fuerzas han disminuido. He dado este paso con profunda serenidad de ánimo. Amar a la iglesia significa también tomar decisiones difíciles”…”He servido a su Iglesia con la certeza de que es Él quien me ha guiado. Sé también que la barca de la iglesia es suya y que Él la conduce por medio de hombres”.
Su último trino en twitter refleja su paz interior y su esperanza: “Quisiera que cada uno de vosotros experimentara la alegría de ser cristiano, de sentirse amado por Dios, que nos ha enviado a su Hijo”.
Un Papa que, justo antes de partir a orar en su monasterio, se hizo más visible como maestro y padre, sólo para dejar todo el protagonismo a Jesucristo.
¡Que desafío tan grande para la Iglesia de nuestros tiempos, para sacerdotes y laicos: volver la mirada a lo esencial!
Basta observar un poco para detectar ese despertar espiritual, esa necesidad de Dios cada vez más manifiesta en el complejo mundo de hoy. Un Jesús que se hace vivo en la humanidad de quien permite dócilmente que Él lo habite. Un Jesús que sale al encuentro en el obrar de un laico o en la pedagogía magistral de un Nuncio, como Monseñor Aldo Cavalli, quien termina su período entre nosotros, después de una abnegada travesía por los caminos de Colombia, donde evangelizó, consoló, llevó esperanza, bendijo en Su nombre y se detuvo siempre a mirar en lo más profundo de las almas, que salían por montones a su encuentro. Un diplomático de Dios que invitó, al igual que Benedicto XVI, a “confiarnos como niños en los brazos del Señor”.
Muchas Gracias al Santo Padre y a su Nuncio Apostólico en Colombia, Monseñor Aldo Cavalli.