El daño está hecho
“Está permitido envenenarse siempre y cuando sea por cuotas”
La discusión sobre despenalización de la dosis mínima de alucinógenos sintéticos puede continuar por meses y años, con participación de expertos y de espontáneos no tan expertos; puede engordarse el debate con opiniones de los más diversos matices, y se puede llegar a conclusiones unánimes o a la máxima pluralidad de tesis encontradas. Todo esto y mucho más puede suceder, pero el daño está hecho.
La primera impresión ha sido siempre definitiva. Y en el mundo mediático de nuestros días es, además, instantánea. La noticia llega de inmediato al mundo entero o si no que lo digan los fanáticos del fútbol, que gritan ¡gooool! en cinco continentes antes de que el balón llegue al fondo de la malla, en un estadio ubicado a miles de kilómetros.
La impresión inicial es única. Jamás se repite. Solo hay una oportunidad para causar la primera impresión. Y eso ocurrió con el anuncio de esta despenalización de la dosis mínima.
El mensaje es claro, independientemente de las precisiones que vienen haciendo los especialistas. Los toxicólogos, médicos, siquiatras, sociólogos, pedagogos, sicólogos y cuantos doctores en artes y ciencia completen la enumeración, analizarán causas y consecuencias de una medida de esta clase, y la primera impresión seguirá siendo la primera.
Igual los legisladores podrán explicar sus motivos para escoger este camino, las autoridades ingeniarse una forma práctica de medir la dosis que lleva una persona, los inventores idear un sistema con instrumental para hacer mediciones exactas cuando requisen en la calle y los instructores preparar unos cursos extrarrápidos para convertir a los patrulleros en químicos prácticos, la primera impresión seguirá siendo la primera y el mensaje continuará siempre el mismo.
Despenalizar significa que algo que penalizado deja de estarlo. ¿O puede decir otra cosa? No estaba permitido y ahora sí. Era prohibido drogarse con pastillas, ahora no si se hace de a tres en tres pepas que no excedan la dosis mínima. Está permitido envenenarse siempre y cuando sea por cuotas.
Ese fue el mensaje. Así se entendió. Así queda grabado en el consciente y el inconsciente individual y colectivo.
De poco servirán las explicaciones que tratan de aclarar que es apenas una idea para incluir en un texto que no es ni siquiera un proyecto de ley. Es factible que nunca llegue a serlo, pero el mensaje quedó enviado y recibido. Mal recibido, si se quiere, pero persistirá, con la terquedad típica de las primeras impresiones.
Y mientras siga ahí no quedará limitado a las drogas sintéticas. Menos ahora, cuando entró en una etapa de permisividad el consumo de la marihuana, cuyo cultivo y exportación nos causó tantas muertes y nos precipitó al abismo del narcotráfico con todos sus horrores.
Es urgente tratar de borrar el mensaje. Ojalá se lograra borrarlo todo. Aunque es muy difícil eliminar por completo la primera impresión, vale la pena intentar la reparación del mal que ya se causó. ¿Están las autoridades dispuestas a hacerlo? ¿y los medios?
Y a propósito ¿los fabricantes de las pastillas malditas correrán la misma suerte de quienes siembran matas de coca?