Cuántas son las almas que bendicen el día en que por suerte elegimos un gobierno ponderado, conocedor, serio, preparado y patriótico. Por las redes, por las plazas y por todos los lugares se agradece el día de la decisión democrática que de nuevo alejó el populismo fanático, irreflexivo e inmoral. Ojalá para siempre.
Glorificada también la fecha en que el buen juicio iluminó al gobierno nacional para imponer la sindéresis en época de crisis a través de la progresividad. A lo primero que se acudió entonces en época de pandemia, fue al ahorro de las gentes.
Después se irrigó circulante en la economía mediante subsidios intravenosos destinados a los más necesitados. Se realizó mediante los programas sociales del gobierno Pastrana. Familias en acción, jóvenes en acción y tercera edad fueron los millones de colombianos beneficiados con tan vital ayuda. Solidaridad a flor de piel.
Consiguientemente se acudió al crédito blando para soportar financieramente la operación del sector productivo. Se pasó, incluso, por el exitoso día sin IVA.
Para finalizar se acudió al subsidio de las nóminas cuando ya los empresarios habían manifestado que sus ahorros, sus inversionistas y los subsidios no eran suficientes o se encontraban agotados.
Ahora viene un debate aún más interesante y no menos trascendental. Ya agotado nuestro PIB, ¿cómo podemos y qué debemos hacer para reactivar la economía? Me ha gustado la idea de una especie de Plan Marshall a la criolla; como también la idea de acuerdos sectoriales sobre lo fundamental como acertadamente lo ha propuesto el Instituto de Ciencia Política y, como no, continuar cabalgando sobre la idea de reinventarnos como sociedad en torno a la economía social de mercado.
Pero mientras que todo eso toma alguna forma, urge acudir a lo elemental: devolverle la plata que por concepto de saldos a favor se les adeudan a los contribuyentes.
La devolución de saldos no solamente es un derecho fundamental de los contribuyentes sino una sencilla medida que no endeuda más al Estado por cuenta de los subsidios, créditos blandos o inversiones sociales.
Se trata de pagar lo que se deba, y cuanto antes mejor. Así se contempló, inclusive, en el decreto extraordinario 535 del 10 de abril de esta anualidad en donde se insertó el término “devolución exprés”. No obstante, la realidad ha sido otra. La DIAN se ha negado a creer en la palabra y la buena fe del contribuyente, porque las pruebas financieras y contables parecen no conmoverla. No es tiempo de inquirir sino de creer.
Debemos acudir al sentido común para las decisiones de gobierno. Y pagar lo que la DIAN tan fina y morosamente adeuda es, quizás, la idea más transformadora que pueda ayudar a irrigar plata en la economía para que el sector productivo tenga con qué mantener sus nóminas y compromisos comerciales.
@rpombocajiao
*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI