El primer gobierno de coalición de la historia española arrancó en Madrid. Atrás quedan la repetición de elecciones, gobiernos en funciones, negociaciones interminables, ofertas inasumibles o pactos incomprensibles. España se gradúa como país democráticamente maduro, ponderado y coherente, capaz de salir del atolladero político en el que estaba sumido por la puerta grande, esto es, formando un gobierno de coalición, moderado y progresista. Al menos en teoría. Abra que esperar como se desarrollarán los acuerdos.
Porque lo que aún se desconoce es cuál será el costo que el recién investido Presidente Pedro Sánchez ha de pagar para poder seguir en el Palacio presidencial. Y no me refiero al pacto con Unidas Podemos (UP), gran beneficiado de esta situación ya que con apenas 35 diputados (de un total de 350) ha conseguido 1 vicepresidencia y 4 ministerios.
El costo que el Presidente Sánchez ha de pagar pasa, en primer lugar, por Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y la imprescindible abstención de sus 13 diputados en la votación de investidura. A nadie se le escapa que sus posiciones pasan por convocar un referéndum de autodeterminación en Cataluña y por la amnistía de los políticos presos, posiciones que, por inconstitucionales, parecerían irreconciliables con el partido de Pedro Sánchez.
En segundo lugar, el costo de la investidura pasa también por el apoyo recibido de EH Bildu, partido independentista vasco que acoge en sus filas a miembros de la extinguida ETA. La falta total de respeto, el desprecio y el insulto a las instituciones españolas, incluido al mismo Jefe del Estado, se han apoderado, al menos durante el debate de investidura, del poder legislativo español. Por eso, mucho más que una investidura, lo que está en juego en España es la propia España.
Por lo demás, es una lástima que este nuevo gobierno nazca con estas taras que amenazan con condenarle a muerte desde antes de su alumbramiento. Porque España estuvo sin un gobierno plenamente operativo muchos años por lo que urge afrontar los retos del país, ya sean políticos, económicos o sociales, como las necesidades de los ciudadanos. Sánchez es muy consciente de esto y por eso se ha rodeado de un equipo de ministros bien ponderado, de carácter técnico y económico, capaz de afrontar dichos retos y necesidades. Sólo el tiempo -y la tramitación de la ley de presupuestos- nos dirá si su Gobierno es capaz de superar la debilidad con la que nace, rebajar y circunscribir la tensión política con los nacionalistas dentro de los parámetros constitucionales, y mantener el difícil equilibrio con sus socios de gobierno.