Desafíos socioeconómicos | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Septiembre de 2022

Atravesamos jornadas cruciales, que vienen de años atrás y gobiernos anteriores, en los cuales se siguió el modelo neoliberal según los dictados de la banca internacional, que en algunos aspectos tuvo efectos positivos y, en otros, contribuyó a favorecer a grupos de poder, dado que la libre competencia no se da tan claramente en países en donde el desarrollo industrial y comercial es aún precario. Las cosas se complican cuándo se tiene por más de medio siglo un cuadro de violencia y debilidad estatal, junto con la penosa ausencia de soberanía en el 70 % del territorio nativo, asiento de grandes riquezas naturales y de cultivos ilícitos en algunos casos, lo que implica la proliferación de bandas armadas y el sangriento imperio de los violentos. 

Además, los partidarios del orden y la continuidad democrática en la pasada campaña presidencial, no presentaron una política atractiva para aliviar la crisis social, confiados en el voto favorable de la clase media y votantes cautivos, como de empleados estatales y contratistas. En tanto, el candidato del Pacto Histórico, Gustavo Petro, por el contrario, emprendió una poderosa campaña de tipo social, prometiendo toda suerte de ventajas y gabelas para los más necesitados, incluso, dado el caso, intervenir los fondos de pensiones particulares, con miras a repartir dividendos entre los pobres. Gran parte del pueblo lo siguió, conformando una poderosa alianza de izquierda y de elementos de los partidos tradicionales a su favor.

Ya en otros países se han ensayado golpes demagógicos de esa naturaleza con consecuencias desastrosas para los ahorristas y la población, que a la larga generan más frustración y miseria. Asaltar la propiedad privada, no mejora la economía, ni invadir las fincas, genera prosperidad, sino miseria. Más, si al mismo tiempo, se amarra a las fuerzas armadas para desanimarlas en su tarea de defender el orden, es inevitable que se agrave el mal, la inseguridad y la crisis social.

 Recordemos a Wilfredo Pareto, ese agudo analista de la sociedad a lo lago de la historia, que nos dice que “si la clase gobernante no sabe, no quiere o no puede usar la fuerza para reprimir las transgresiones de los uniformados en la vida privada, ello es suplido por la acción anárquica de los gobernados. En la historia es bien sabido que la venganza privada reaparece o desaparece, mediante la represión de los delitos, según que, el poder público, haga o no haga sus veces…De modo conjunto, donde falta la atención de la justicia publica es sustituida por la venganza privada sectaria y viceversa”.  Pareto, agrega, algo que debieran grabarse nuestros políticos de todas las tendencias: “En las relaciones internacionales, bajo los oropeles de la retórica humanitaria y ética, no hay sino fuerza”.  

En lo interno, cuando se llega al poder y se olvida que ya no están en la oposición, conduce a excederse en los impuestos y en la demagogia, así como a disparar un pelotazo en contra. Es verdad que el gobierno prometió toda suerte de beneficios a los más necesitados, que se les debe ayudar y cumplir sin descalabrar el conjunto de la economía. Más debe defender el orden cuando se invaden las fincas y se asalta la propiedad en la periferia. Peor si las tropas siguen rígidas, por cuanto sin respaldo, ni fuero militar, están perdidas.

Se necesita aumentar el recaudo y que todos los solventes paguen impuestos, respaldo total en eso al brillante ministro José Antonio Ocampo. Lo que no quiere decir que compartamos la falacia de acabar con los refrescos, puesto que se ha exagerado el tema, al punto que las enfermedades mortales atribuidas a las bebidas azucaradas, según el DANE, apenas llegan al 5%. Recordemos que los trabajadores acompañan el almuerzo con estos refrescos, dando indirectamente trabajo a millares de colombianos y sustento a los más pobres, que en las esquinas los venden. Sumemos y veamos como el tributo al plástico del envase, con el de la gasolina al transporte, con los que se pagan actualmente, por la inequidad del mismo, llevan a varias pequeñas empresas al borde de la quiebra, millares de empleados en capilla y fortalecido el monopolio. En escrito anterior explicamos, también, que el golpe a los cafeteros sería catastrófico y reduciría a millares de seres al derrumbe social, convertido el fenómeno en un búmeran contra el gobierno.