Democracia | El Nuevo Siglo
Martes, 15 de Noviembre de 2016

El triunfo de Donald Trump en las elecciones de los Estados Unidos de América tiene a todo el mundo despotricando del sistema electoral de ese país, del voto de la américa profunda, de las firmas encuestadoras y hasta del partido republicano, que teóricamente, ganó las elecciones. 

Algunos incluso están renegando de la democracia como sistema. Probablemente, como los resultados no les gustaron, están recordando las palabras de Sir Winston Churchill: “Cuando uno habla con un votante promedio, comienza a desconfiar de la democracia”.

El problema realmente no es de la democracia, sino de los que se la han apropiado para su uso particular. Hay democracias, como la colombiana, tan pobres que lo único que tiene son muchas elecciones. Y hay otras, como la de los EE.UU.A, que son un simple sistema de validación periódica de un mismo estado de cosas cada vez más injustas.

Como alguna vez le dijo un aspirante a Presidente de los Estados Unidos a su contendiente: “Es la economía, estúpido”. El verdadero tema que mueve a cada quien a votar como se le viene en gana, es su propio interés económico. Premiar o castigar a un candidato o una organización política depende, simple y llanamente del interés que cada quien tiene.

Es obvio que las grandes corporaciones, los bancos o los industriales que apoyan a cada candidato en elecciones no lo hacen por apoyar la democracia como sistema, sino para respaldar a quienes responden a sus intereses económicos. Las hipotecas basura en los Estados Unidos o  la pauperización de los servicios médicos públicos en Colombia son decisiones políticas conscientes y deliberadas de funcionarios elegidos popularmente. No son dictadores fascistas o comunistas que se apropiaron ilegitima o ilegalmente de esas posiciones. Son ejemplares ciudadanos, validados democráticamente y con más estudios que la malaria, quienes diseñaron y pusieron en marcha esos sistemas perversos destinados a empobrecer a muchos y a enriquecer a pocos.

Los mismos políticos que en Colombia están dispuestos a presentar y aprobar leyes que legalicen a los despojadores de tierras, son los que en España quieren encubrir la corrupción del caso Gürtel o los que protegen a la familia Kirchner en Argentina o que aún hoy protegen las ganancias hechas durante el régimen Pinochet en Chile. Todos elegidos democráticamente. 

La política es el gran negocio de la democracia. Es el que más ha prosperado y el que más prosperará. Y lo peor es que tiene muy buena presentación. Todas las perversidades de la política se cometen con las mejores intenciones. Desde la izquierda radical que nos mata para liberarnos. Hasta la extrema derecha que nos priva de todos los derechos en nombre de la libertad.

Por eso es que de vez en cuando las elecciones son más que un simple certamen electoral. Son el mejor escenario para vengarse de los partidos tradicionales o de los políticos, eligiendo a uno que no es de ellos.

La mala noticia, es que, a veces, el remedio es peor que la enfermedad. Y los que pierden son siempre los mismos. 

@Quinternatte