Todas las grandes iniciativas nacionales requieren para que se sucedan un ingrediente: decisión política. Que no es otra cosa, dentro del amplio espectro de definiciones, sino el quehacer orientado hacia al bien común. Así, por ejemplo, las constituciones que ha tenido Colombia, la del 86 del siglo XIX así como la del 91 del siglo XX, no hubieran sido posibles sin la decisión política que las hizo posibles. Ni la primera de ellas que fue propia del iluminado talento de Núñez y el de la gente que lo acompañó; ni la segunda que por la famosa papeleta sirvió para que la ciudadanía se manifestara lo que obligó al gobierno a convocar a la ciudadanía a pronunciarse. Lo cual hizo y bueno, hubo constitución tan señalada como un paso de progreso para algunos pero también como una gran equivocación para otros. Pero no se trata en estas breves palabras de juzgarla pero sí la de significar que grandes obras e iniciativas que tienen influencia o determinan la vida nacional colombiana, necesitan de aval político.
Los desarrollos hidroeléctricos que aprovechan la bendición del Creador que ha permitido disponer de agua a grandes alturas; ahí tenemos un gran potencial que para volverlo realidad ha sido necesario orientarla, embalsarla y aprovechando las caídas generar energía. Hacerlo ha sido para el bien común.
Todo lo que hemos vivido en estos últimos años alrededor de la paz no se le puede atribuir a temas diferentes que a los políticos, quienes se han ocupado de este asunto hay que reconocerlo, no quieren cosa diferente al bien común que es la paz, la tranquilidad y todo lo que estas virtudes traen consigo.
El sistema de comunicaciones ya sean estas terrestres, fluviales, marítimas o aéreas un vez que se decide acometerlas, fatalmente caen dentro de la política como el quehacer orientado hacia la satisfacción del bien común. La construcción de carreteras, puertos aeropuertos, acondicionamiento de tierras, drenajes, abastecimiento de aguas, etc., tiene que compadecerse con el bien común. No hay que ir muy lejos para analizar los desarrollos de los ferrocarriles; hasta la creación y unificación de las líneas construidas desde un poco después de la independencia con esfuerzos valiosos de las regiones para llegar a mediados del siglo pasado a la creación de los Ferrocarriles Nacionales de Colombia, FNC que unificaron bajo una sola administración, unió entre sí a catorce de los departamentos nacionales y al Atlántico con el Pacífico; subsistieron hasta cuando se optó por un sistema administrativo y de funcionamiento que ni dio los frutos que se esperaban y que más bien desembocó en su total abandono. Se han rehabilitado algunas líneas especialmente la del Atlántico; ya se corrió un convoy con una buena cantidad de contenedores que ojalá no hayan sido transportados para darle el gusto a la galería, sino como una manifestación clara y definitiva de los ferrocarriles. Eso es lo que deseamos todos los que en alguna forma ya hemos probado lo que los ferroviarios llamamos el “caldo de riel” que hace de quien lo toma un definitivo e irreductible “fan” de este medio de transporte. Ojalá sea una decisión política.