Pareciera que toda África, sin temerle al cruce del mar Mediterráneo en frágiles pateras, desea escapar de su destino y vivir en Europa, donde creen saber que hay libertad, justicia, empleos dignos y, sobre todo, mejor futuro para sus hijos mediante una buena educación.
Lo mismo sucede con muchos mexicanos y latinoamericanos en general quienes desean ingresar como sea a los Estados Unidos.
Está claro que el gran imán para encender los deseos de la raza humana es el desarrollo económico; parodiando una pésima serie televisiva y peor novela, sin desarrollo ni trabajo digno habrá paraíso, piensan muchos.
Este problema ha saltado con grandes titulares a la prensa de en todas partes, presentando la noticia como si el muro, diseñado desde hace décadas por los gobiernos de USA y casi concluido ya, fuera una perversa idea de Donald Trump.
En realidad lo que persigue con lenguaje agresivo el estrambótico Presidente es ser enfocado por cámaras y reflectores de todos los medios, fijando así en la mente de sus electores la sensación de que será él quien detendrá ese malsano flujo migratorio de pobres y mal preparadas familias que provenientes del sur, tanto daño le hacen a la economía y cultura de su país, otrora gran potencia.
Sabe que esa tarea será fácil pues solo quedan unos pocos kilómetros por concluir, ya que el mayor tramo se hizo con otro nombre en los últimos diez años.
En realidad, su objetivo es evitar que esos nuevos inmigrantes les arrebaten trabajo y riqueza a aquellos norteamericanos que viajan atrapados en los vagones traseros del tren económico de Norteamérica.
Lo mismo parece estar en la mente de la mayoría de electores europeos. Están tan alarmados por los inmigrantes ilegales africanos que desearían poder acometer también la construcción de muchos muros en sus porosas fronteras; muchos países europeos en el oriente más lejano de la comunidad lo hacen ya, para evitar la frecuente llegada de sirios.
Fue también el temor a los supuestos peligros de esas masivas migraciones lo que impulsó el triunfo del Brexit. La preocupación se ha hecho viral, como suele decirse ahora.
Indigna que incapaces gobernantes de los países del tercer mundo, o de menor desarrollo relativo, como ahora eufemísticamente se les llama, de donde salen esas personas huyendo del atraso, pongan el grito en el cielo apoyados por poderosas ONG de dudosas fuentes de financiación y periodistas mal informados.
La responsabilidad es toda de dichos gobernantes incapaces y corruptos que no han podido encontrar el camino al desarrollo y a ingresos dignos para sus propios ciudadanos. La politiquería y la demagogia condenaron al atraso y la desesperanza a sus pueblos.
Creo que la estrategia de fomentar el comercio mundial con ambiciosos tratados de libre comercio seguirá siendo válida, pero marchará ahora a paso más lento.
Se impone encontrar otros caminos para el desarrollo de nuestros países. La mejora en la educación de calidad no da espera; erradicar la corrupción tampoco.