Hago memoria de algunos héroes famosos: en la Biblia, Sansón que derribó un templo filisteo con su formidable fuerza física y David que siendo casi un niño mató a Goliat, un gigante con armadura; en Grecia, no solamente los héroes míticos y semidioses como Hércules, Prometeo, Perseo, Paris, Aquiles, Odiseo, Héctor, sino otros como Alejandro; en Roma, Cástor y Pólux, Rómulo y Remo y otros como César y Escipión; en España, el Cid y Juan de Austria; y en Colombia Nariño, Bolívar, Sucre, Córdoba, Ricaurte, Caldas, Policarpa Salavarrieta, Rondón y Pedro Pascasio Martínez. Casi todos soldados honrados por la historia. Peco por omisión, naturalmente, pero esto me sirve solamente de introducción a mi tema.
El coronel John Marulanda escribió en estos días en el periódico Debate un artículo en el que recuerda el incidente del soldado Jeremías que lloraba en pleno combate en Valdivia con la guerrilla, mientras un compañero filmaba la escena. Llovieron las críticas: un soldado llorando y otro filmando en vez de estar combatiendo. ¡Por Dios! Pues sí. Los soldados, como el resto de nosotros, son seres humanos y se conmueven y les duele y lloran. Tienen padres, esposas, hijos, hermanos y amigos. Pero, a diferencia de nosotros, arriesgan sus vidas por defender las nuestras y lo hacen por un sueldo inferior al que reciben los “reinsertados”. Allá llegan luego de un duro entrenamiento: el entrenamiento debe ser tan fuerte que la guerra parezca un juego. Algunos lo hacen por vocación, pero la mayoría por necesidad.
"Hoy entra el apoyo por nosotros. Nos vamos de descanso 50 comandos después de espulgar esta selva inhóspita por más de cuatro meses. Hasta el momento voy saliendo con vida, pero Quintero y Navarro murieron y Mejía se quedó sin piernas y sin un ojo. No le pudimos salvar el ojo porque el helicóptero fue impactado cuando iba a aterrizar y el piloto quedó herido. Nos tocó esperar casi doce horas para evacuarlo (...). Cómo nos devora esta selva, cómo me asombra la convicción de muchos... cómo me duele la indiferencia de la gente... (...) Hay que recargar fuerzas; en un mes regreso, querida selva." Este fragmento es del diario del soldado profesional Javier Leonardo Trejos en 2011, pero es la vida diaria de miles de soldados que levantan minas quiebrapatas o rastrillan cultivos de coca expuestos al fuego de francotiradores. Cada rato matan soldados, hechos que escasamente merecen mención en los grandes medios. Son nuestros héroes pero nadie se conmueve por sus padres, sus viudas o sus hijos.
Los soldados también cometen errores y cada rato las fuerzas armadas deben reconocer excesos. Hay una jauría de mamertos, apoltronados en subsidios, con Human Rights Watch, la Comisión colombiana de Juristas y el Colectivo Alvear Restrepo a la cabeza, que buscan que vayan a la cárcel por errores reales o inventados. Más de mil soldados de la patria esperan juicio y no de la justicia penal militar, como en todos los países civilizados del mundo, sino de la ordinaria porque el ministro de defensa Gabriel Silva Luján renunció a la justicia especializada.
Al fin, en julio de 2019 se aprobó la ley 1979, presentada por la senadora María Fernanda Cabal del Centro Democrático, en la que se reconocen beneficios a los veteranos de la fuerza pública. Ya era hora.
Soldados de Colombia
la luz de vuestras armas
es un reflejo heroico del sol de Boyacá
que al proyectarse en medio
de espadas y banderas
las sendas de la patria por siempre alumbrará.
(Del himno del Ejército)