Desde que estaba en la facultad siempre he creído en que todas las personas, independiente de su origen, raza, sexo y creencia, tiene un poder interior y una luz que siempre está encendida que logra generar cambios y transformaciones, que quizás lo único que necesitamos es saberla direccionar y tener la voluntad de hacerlo. Sin embargo, existe en el área de la salud un paradigma que rige el sistema sanitario, que es el de la salud – enfermedad, entendiendo la salud como la ausencia o erradicación de la enfermedad. Encontrar un punto medio entre no coartar ese poder interior de las personas para lograr bienestar o sanación y el de buscar curar la enfermedad y restablecer la salud no es sencillo, pero creo que bien vale la pena analizar y reflexionar sobre esto.
A muchos la palabra sanación les sonará muy esotérico y a otros salido de época, pero es real creo que el término sanar tiene justamente que ver con la capacidad resiliente que tenemos los seres humanos de reponernos ante la adversidad, de aceptarnos tal cual somos y de volver a vivir plenamente independiente de la condición que tengamos y creo que de eso se trata la vida, de ser felices y vivir intensamente a pesar de... Por esto y coincidencialmente, hace pocos días estuve escuchando el relato de una gran amiga, que me conectó inmediatamente. Ella se encuentra en un momento de transformación de su vida y cada que ella logra contactar con sí misma en momentos de extrema tranquilidad, se da cuenta que de un momento a otro, espontáneamente, de forma armónica y lejos de su control y voluntad, sus manos comienzan a moverse generando sensaciones amorosas de plenitud y conexión con las demás personas. Pues bien, luego de buscar muchas explicaciones teóricas me envió esto que encontró en sus redes sociales y con lo que quiero generar reflexión en quien lea esta columna.
El nieto le pregunta a su abuela: Abuela ¿Cómo haces para lidiar con el dolor? La abuela le responde “con tus manos, cariño, si lo haces con tu mente en lugar de aliviar el dolor, duele aún más”
Nieto: ¿con tus manos abuela? Abuela: “si, nuestras manos son las antenas de nuestra alma. Si las mueves, tejiendo, cocinando, bailando, pintando, jugando o hundiéndose en la tierra, envías señales de cuidado, lo más profundo de ti y tu alma se ilumina porque le estás prestando atención. Entonces los signos de dolor ya no serán necesarios”.
Nieto: ¿las manos son realmente importantes? Abuela: “Sí mi amor. Piensa en los bebés: empiezan a conocer el mundo a través del tacto de sus manos. Si miras las manos de las personas mayores, te dicen más sobre su vida que cualquier parte del cuerpo. Todo lo que se hace a mano se dice que se hace con el corazón, ¡están conectados! Los masajistas lo saben muy bien: cuando tocan a alguien con las manos, crean una conexión profunda. Es precisamente de esta conexión de dónde proviene la sanación. Piensa en los amantes: cuando se tocan las manos, hacen el amor de una manera más sublime”.
Nieto: Mis manos abuela… ¡Cuánto hace que no las uso así! Abuela: “Muévelas, mi amor. Comienza a crear con ellas y todo dentro de ti comenzará a moverse. Lo que hagas con ellas se convertirá en la obra maestra más hermosa y ya no te dolerá. Porque has sido capaz de transformar su esencia” Elene Bernabé.
Con este relato se resume lo que es el cuidado y la sanación a través de este. Es muy probable que con las manos podamos transferir más amor que con las palabras.