Cuando al exprocurador Alejandro Ordóñez le dio por ser Presidente de la República, muchos se preguntaron, ¿A cuenta de qué?
Luego de haber manifestado públicamente su deseo, se dio a la tarea de esperar el respaldo de su partido, el conservador, y al no lograrlo expresamente, se dedicó a recoger firmas con el fin, dijo, de llegar a ser "aspirante único de una gran convergencia política", lo cual cada vez está más lejos de la realidad, pues para este difícil y tortuoso emprendimiento no sólo se trata de expresar el deseo, sino de hacerlo posible dentro de las rigurosas reglas de su colectividad azul; además, de la aprobación y el beneplácito de las cabezas de las otras vertientes de la coalición requerida.
Tanto así, que han sido varios los mensajes que van y vienen, aclarando posiciones sobre su papel, entre otras, frente a los compromisos de Martha Lucía Ramírez y Andrés Pastrana.
Pero es que a la hora de ocupar el Solio de Bolívar se requieren méritos, no solamente los que podrían conferirle los 2'204.065 colombianos que firmaron para apoyar su candidatura en compañía de sus senadores amigos, y que apenas le proporcionan el necesario entusiasmo para considerarse opcionado.
Debe tenerse presente que una cosa son las firmas y otra son los votos, pues si sumamos todas las firmas recolectadas por uno y otro candidato seguramente hasta podrían superar el potencial electoral del país, mientras a la hora de la verdad la abstención es regularmente alta, ya que muchos incluso habiendo firmado, no votan.
Su condición de cristiano creyente y por consiguiente respetuoso de la fe, es una excelente carta de presentación como hombre espiritualmente virtuoso, siendo esa la descripción que más se acerca a su perfil personal.
Sin embargo hay quienes lo tildan de fanático, sectario y muy llevado de su parecer, lo cual dificultaría la convergencia y los acuerdos que estratégicamente se necesitan electoralmente.
De otro lado, los creyentes tienen en su mayoría compromisos o militancias políticas que en nada vinculan sus creencias religiosas, y los que pudiesen sentirse identificados con él, consideramos respetuosamente, no representan una masa de votantes que puedan proporcionarle más allá de una curul en el Congreso de la República.
Entonces, la gracia de Ordóñez sin opción alguna como candidato presidencial está en ser un adalid del mensaje anticorrupción; sin embargo está cuestionado por los motivos que condujeron a su retiro de la Procuraduría y supuestamente cursa un proceso penal en su contra en la Corte Suprema de Justicia.
Lo que también sucede es que en esta época cualquier cantidad de votos que alguien posea se ha vuelto atractiva, tanto que hasta como fórmula a la vicepresidencia llegaron a proponerlo por representar diríamos, “a un importantísimo sector de opinión conservadora del país”, no necesariamente del partido.