Comerciante de pescado y reforma tributaria

Sábado, 3 de Septiembre de 2022

Lo que está sucediendo con la reforma tributaria me hace recordar la historia del comerciante de pescado que abrió una tienda, y le puso entusiasmado un vistoso aviso que decía: “se vende pescado fresco”.

Pasó un amigo y le dijo: “hombre, si usted abre esta tienda es obvio que es para vender pescado”.

Tiene razón, pensó el comerciante, y redujo el aviso a decir: “pescado fresco”.

Pasó por allí un segundo amigo y le dijo al comerciante: “si usted ofrece pescado es apenas natural que sea fresco”.

Ante lo cual nuestro comerciante pensó que su amigo tenía razón y redujo el aviso a decir sencillamente: “pescado”.

Un último amigo abordó al comerciante y perentoriamente lo apostrofó. “Hombre, le dijo, ¡con ese olor qué otra cosa sino pescado puede vender!”.

Guardadas todas las proporciones, lo que le está sucediendo a la reforma tributaria Petro- Ocampo es lo mismo que le aconteció a nuestro vendedor de pescado.

Primero se dijo que la reforma iría por $ 50 billones. Pero ante la evidencia que era un disparate pretender sacarle en un solo año a la golpeada economía con la pandemia una suma de tal magnitud, el ministro Ocampo rebajó la meta a $ 25 billones, agregando que los otros $25 billones se irían recaudando cada año a lo largo del cuatrienio.

Después surgió la evidencia del abultado déficit que viene acumulando el fondo de estabilización de los combustibles. Y como el gobierno ha dicho rotundamente que va a cumplir con la regla fiscal, de ello se deriva que este déficit debe enjugarse con cargo a la política fiscal.

Esto significa que del producido de la próxima reforma tributaria habrá que destinar no menos de $15 billones a cubrir el déficit del fondo con el que estamos aislando los precios domésticos de los combustibles de los internacionales.

No me refiero en esta ocasión a los cambios a los que ya el ministro de Hacienda se allanó a hacerle en lo que resta de la discusión parlamentaria al proyecto: eliminar buena parte de los alimentos ultra procesados, el subsidio a la gasolina en la frontera, el tributo a las exportaciones de oro, la tributación a las personas naturales modulada en función de las que tengan o no dependientes, y la morigeración del impuesto a los dividendos; amén de los cambios que vengan como siempre sucede en los posteriores debates parlamentarios.

Me refiero solamente al impacto que tendrá el déficit del fondo de estabilización sobre los recaudos de la nueva reforma. Además de poner en evidencia la urgencia de definir pronto una política consistente en actualizar los precios domésticos para que el déficit del fondo de estabilización no se torne inmanejable, parece que la reforma tributaria no dejará para financiar nuevo gasto social -en el mejor de los casos- más de $10 o $12 billones.

Blomberg inclusive calcula que luego del pulso parlamentario y de la presión de los lobbies habrá cambios en 69 artículo del proyecto presentado por el gobierno, y que a la postre la reforma no recaudará más de 16 billones. En cuyo caso lo disponible para nuevo gasto social será mucho menos descontando lo que habrá que destinar para enjugar el déficit del fondo de estabilización de combustibles.

No estamos, pues, muy lejos de lo que le sucedió al comerciante de pescado.