Colombia viene sufriendo desde hace ya algún tiempo una inseguridad, tanto en las grandes ciudades como en la provincia. Esta situación ya ha alcanzado otro nivel, convirtiéndose en una circunstancia lamentable e inaguantable para los colombianos.
Lo más grave, por supuesto, es el gran número de asesinatos que se han dado en especial de líderes y defensores de derechos humanos, exguerrilleros que han caído como objetivo y también ciudadanos del común que han muerto como consecuencia de atracos en las calles de las distintas ciudades del país.
No es la primera columna que he escrito sobre este tema, pero considero que los columnistas y orientadores de opinión debemos seguir insistiendo que hay que tomar medidas especiales para controlar esta ola de inseguridad.
Lo que más me sorprende es ver algunos funcionarios, en especial de las Fuerzas Armadas y otros que tienen la responsabilidad de la seguridad en el territorio nacional, dando declaraciones donde manifiestan que han bajado los índices de inseguridad cuando lo que uno siente todos los días es que lo que ha sucedido es que ha aumentado.
En lo corrido de este año, para no hablar del pasado, han asesinado un líder social al día. En las calles de Bogotá y las otras ciudades de Colombia han asesinado transeúntes por robarles el reloj, dinero, su bicicleta, moto, automóvil o su celular. También han aumentado los casos de atracos y robos a las residencias y pareciera que las autoridades estuvieran sordas, aunque todos los medios de comunicación tanto auditivos, escritos y televisados registran esta clase de hechos todos los días.
En mi caso concreto, he visto como en los últimos ocho días han robaron la bicicleta en que se transportaba una asistente, el bolso a mi secretaria y el celular a mi hija, y no precisamente llevándolo en la mano. En dos de los casos los ladrones amenazaron con revólver en mano y en el otro con cuchillo. Menciono estos casos cercanos a mí, aunque sé que se repiten y no hay familia que no haya vivido uno de cerca, porque los he sentido y vivido.
Luego no son sueños ni inventos de los ciudadanos, sino la realidad que se está presentando.
Mientras que la delincuencia está armada los ciudadanos de bien que van a solicitar en la Oficina de control de armas de las fuerzas militares salvoconductos para sus armas les ponen toda clase de inconvenientes o simplemente responden que están en vacaciones colectivas desde el mes de diciembre hasta el 20 de enero. Los ladrones en cambio no se dan vacaciones.
Volviendo al tema de la inseguridad y falta de protección del Estado a la ciudadanía me pregunto hasta cundo será que tenemos que soportar esta lamentable y preocupante situación.
Mientras la ciudadanía se siente desprotegida, los escándalos por acciones irregulares en las Fuerzas Armadas, las chuzadas ilegales entretienen a sus responsables para cumplir sus deberes y en la alta cúpula de la Policía Nacional los conflictos personales entre Generales hacen que la ciudadanía esté inerme y desprotegida ante la delincuencia.
¿Hasta cuándo tenemos que sufrir esta situación?