El país está conminado a iniciar nueva carta de vuelo en lo gubernamental, político, social y económico, a partir de este último trimestre, periodo crucial para los próximos cuatro años.
La observación del Papa Francisco, de las muchas que le hizo a Colombia, planteó la necesidad de un vuelco en el pensar y ejecutar en medio de la paz.
“Hay que pensar en grande, con ideas; sean creativos, sueñen en grande para ir alto, sin vuelos rastreros y sin quedarse en el ´Chiquitazgo´ “, precisó en dos ocasiones, con variación de términos, pero con la misma idea.
Nada más claro, entre otras palabras, para explicar que tenemos país grande y rico en recursos, pero que deja entrever criterios estacionados en el pasado. Lo hizo, desde luego con principio cristiano, al repetir: “No tengan miedo”.
Es decir, el retrato hablado, dejó claro que es país temeroso al cambio o atado a compromisos y esquemas ajenos al origen natural de nuestras regiones.
Y no se equivocó, porque al mirar la realidad en campos sociales y económicos en las últimas décadas, se han olvidado costumbres ancestrales para preferir lo extranjero, en el vestir, comer y educar; se cree que todo lo de afuera es mejor.
Lo de mostrar como moda es moderno y el pensar es añejo.
Esta plataforma social surge sobre acontecimientos que construyen parte de la historia, a partir de paz, justicia y desconfianza ciudadana, en política de partidos desgastados y débiles en liderazgo, como para no creer que habrá vuelco de verdad.
En el país, años atrás, también saltaron lunares de corrupción, negocios ilegales, narcotráfico, lavado de activos, contrabando y mentiras a montón. Muchos pasaron de agache o escondidos, gracias a toda clase de complacencias.
Es debate que debe abrirse, con sensatez, análisis de la realidad y, lejos de ofensa y agresión de quienes no discuten con cabeza fría, sino con gritos y prepotencia de saberlo todo
A 2022 se probará que la paz se sembró, o que los desacuerdos, llegaron al abismo.
Mejor no imaginar episodio oscuro y con vigor incitar a renovación de Colombia democrática, ubicando en primer lugar, ciudadanía del común y no por debajo de Gobierno, Justicia y economía, que muchas veces saltan como acróbatas, sobre principios estatales.
Este itinerario no puede excluir educación y cultura, conforme a las necesidades del país, sin dejar el ámbito universal.
Así se emprenderá el vuelo anhelado y con altura, para salir del “Chiquitazgo.” De paso, se hacer sociedad, no solo con los de pura sangre.