¿Cataluña libre? | El Nuevo Siglo
Martes, 18 de Junio de 2024

Pedro Sánchez reconoce a Palestina como estado libre, pero no lo hace con Cataluña, o el País Vasco español.

Los palestinos han sido un pueblo sin Estado; y podría decirse que lo mismo sucede con catalanes y vascos.

¿Por qué el gobierno socialista se muestra tan generoso, receptivo y flexible hacia Palestina, pero tan cauteloso, reservado y sigiloso con los independentistas, soberanistas y separatistas españoles?

Incesante promotor de una respuesta política para el conflicto político que la secesión supone, ¿a qué le teme, manejando su respuesta para los nacionalistas a cuentagotas y con mascarilla?

Además, si Sánchez permanece en el poder gracias a la coalición con los nacionalistas separatistas de toda condición, esto es:

(a) Tanto vascos como catalanes; 

(b) Incluidos los que han recurrido al terrorismo y los que no;

(c) Ya sean de derecha, de izquierda moderada, o de la ultraizquierda marxista-leninista, la pregunta es la misma:

¿A qué espera para retribuirles el favor por completo, y no solo con placebos o palmadas en la espalda?

Para decirlo de otro modo, el presidente socialista les ha concedido indultos a los líderes independentistas catalanes, pero uno de ellos, Carles Puigdemont, sigue atormentado, padeciendo el exilio, ora en Francia, ora en Bélgica.

Se ha ingeniado una ley de amnistía para favorecer a todos aquellos que tengan cuentas pendientes, pero muchos de estos deudores temen que toda la maniobra termine enturbiándose en los juzgados.

Se lleva estupendamente con el legendario cabecilla de ETA, Arnaldo Otegui, pero luego termina negándole a Bildu el poder real en su propia patria al interponer a su partido, el socialista, como juez y parte en la conformación del gobierno.

Que es prácticamente lo mismo que hace en Cataluña: en vez de permitirle gobernar al nacionalismo conservador para dar ejemplo de gratitud y reciprocidad, termina torpedeando la unidad entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana para llevar al poder a su correligionario, Salvador Illa.

Por último, si los separatistas le piden que, más allá de indultos y amnistías, se decida de una vez por todas por la autodeterminación y asuma como propia la causa de un referendo, Sánchez titubea, trastabilla y se muestra hieráticamente evasivo.

Está claro que hoy, a diferencia de lo que fue el periodo clásico de descolonización, alterar la integridad territorial de un Estado es una acción imposible sin apegarse estrictamente a las constituciones; pero si de opciones se trata, ¿por qué tanto desdén de Sánchez hacia sus compañeros de lucha?

En síntesis, ¿por qué tanta dadivosidad con los palestinos y, en cambio, tan obcecada displicencia hacia los catalanes y vascos a quienes -en virtud de negociaciones intraparlamentarias- les debe nada menos que su permanencia en el poder a pesar de haber perdido las elecciones? 

vicentetorrijos.com