La realidad es que, aunque muchos viajan de todas partes del mundo a conocer sus angostas calles, sus casas con balcones, los cañones, sus baluartes, y sus plazas, en la Cartagena de verdad, aquella que habita la mayoría de sus ciudadanos, no se ve reflejada ninguna ganancia de lo que dejan estos turistas.
Pero difícil es que se dé un cambio cuando esas circunstancias se encuentran tan lejanas al lente de sus visitantes y tantos colombianos que halagan la belleza de Bocagrande, Manga, el Getsemaní, el centro histórico, Morros, el Cabrero y los barrios que se limitan y atreven a visitar. Lo cierto es que si quienes amamos esta ciudad no exigimos que las autoridades y los dirigentes, tanto locales como nacionales, inviertan los recursos conscientemente y cumplan con su mandato como debe ser, es muy difícil que el pueblo de Cartagena pueda vivir tan cómodamente como lo creen y lo hacen estos visitantes que en pocos días disfrutan de una mínima zona de la ciudad.
Ante los recientes sucesos de la administración municipal, los cuales han sido recurrentes, que no son otra cosa que la confirmación de lo que se respira desde hace años en esta ciudad en materia de corrupción e irresponsabilidad en el manejo de la cosa pública, tenemos que llamar a la acción y presencia de sus dirigentes y del país entero porque es innegable que la Cartagena real, aquella que se encuentra más allá del corralito de piedra, está en una angustiosa crisis.
Nos encontramos ante una desvencijada democracia. El poder hoy llega a cualquiera que tenga el dinero con qué comprar una curul o un cargo de gobernante. Hoy por hoy los líderes de la heroica no representan los intereses de la mayoría, del pueblo cartagenero. Éstos líderes manipulan a los electores mediante patéticos discursos populistas que buscan la validación de un pueblo de cuya ignorancia se benefician no sólo políticamente sino económicamente.
Pero ¿Dónde están esos líderes responsables, honestos y transparentes dispuestos a trabajar no sólo en la cara turística de Cartagena sino también en las zonas donde sus habitantes viven la miseria, sin educación, salud, alimentación y tantas otras necesidades? Y más preocupante, ¿Dónde está la sociedad que los acompañe y les exija una gestión responsable? Es igual de decepcionante la falta de acción por parte de sus líderes como la pasividad y la indiferencia e indolencia de la sociedad ante la situación de muchos cartageneros.
Cartagena está en cuidados intensivos. Se necesita de una nueva cultura que recupere los valores perdidos e incluso acabe con la envidia que embarga a muchos de sus habitantes cuando otros de su misma tierra triunfan. De no ser así en un próximo futuro la amada Cartagena se convertirá en un corralito de piedra rodeado de cuatro barrios con grandes edificios donde sus calles se inundan con las lluvias mientras el resto de la cuidad es una bomba social.