CARLOS MARTÍNEZ SIMAHAN | El Nuevo Siglo
Sábado, 5 de Octubre de 2013

Dueños del sol

 

El primer campanazo lo dio el informe de Bárbara Ward y René Dubos a la ONU en 1972, denominado “Una Sola Tierra”. Alertaba sobre los peligros que corría el planeta debido a que el hombre es el gran depredador de la naturaleza. El calentamiento global se volvió tema central de científicos y gobiernos.

Para la misma época el Club de Roma encargó al MIT un análisis de la situación mundial, que se conoció como “Los Límites del Crecimiento” que, al predecir el fin de los recursos no renovables, sostenía que “nada puede crecer indefinidamente en un medio finito”, y concluía que “cuando más nos acerquemos a los límites materiales del planeta más difícil será abordar el problema”.

Después de muchos años de intentos de concertación entre países para mitigar “el calentamiento global”, de manifestaciones públicas, de acciones audaces para tocar las conciencias, como las de “Greenpeace”, se logró el “Protocolo de Kyoto”, que tiene objetivos obligatorios relativos a las emisiones de gases de efecto invernadero para los países miembros. Claro, los grandes como Estados Unidos no se sienten obligados. El optimismo inicial se ha trocado en impotencia.

Además, Japón, Canadá y Rusia retiraron sus firmas y los países de la Unión Europea, con la crisis económica a cuestas, no piensan ya en una segunda fase del protocolo. El principal emisor del mundo, China, está exento por ser un país en desarrollo.

A pesar del Acuerdo en Copenhague de limitar el calentamiento a dos grados centígrados, ningún cambio notorio se ha producido en el control de emisiones. La Asociación Asia-Pacífico sobre Desarrollo Limpio y Clima, anunciada recientemente, más bien socava el Protocolo de Kyoto, pues no impone obligaciones precisas contra la contaminación.

Hace pocos días un grupo de científicos de la ONU se ratificaron en lo dicho en el 2007, que es “extremadamente probable que la influencia humana haya sido la causa dominante del calentamiento observado desde mediados del siglo XX”, y han constatado un aumento de la temperatura de 0,85 grados de 1880 a 2012.

Frente al catastrofismo, hay algunas serias voces optimistas. En la edición de sus 50 años la revista Diners incluye un ensayo del ambientalista australiano Paul Golding, que resumo: “El camino alternativo requiere la transformación económica más grande y más rápida de la historia. Debemos eliminar las industrias de petróleo, carbón y gas… en tan solo 20 años y reemplazarlas por tecnologías solares y eólicas…”. La tecnología para carros eléctricos capaces de almacenar energía, fomentará su uso masivo. La producción intensiva de paneles solares en Europa y China ha hecho bajar en un 80% su precio en los últimos cuatro años y ha “aumentado significativamente la capacidad de producir energía solar en el mundo”. Golding, poéticamente, nos conduce al escenario de una economía mundial movida por energía solar y eólica. Donde no habrá más guerras por petróleo. Nadie podrá apropiarse del viento, del aire. Todos seremos dueños del sol.