CARLOS MARTÍNEZ SIMAHAN | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Septiembre de 2013

La crisis de la política

 

La protesta social campesina, que contó con gran apoyo en todos los estratos sociales, puso en evidencia la magnitud de la crisis política colombiana, que abarca a todas las instituciones, cuando más se necesitan fuertes, aprestigiadas y respetadas por la ciudadanía. Las Cortes, la Justicia en general, el Congreso, los partidos, la Presidencia de la República, no tienen hoy la confianza de las masas, cada vez más contestatarias, lo que se traduce en una espiral ascendente de demandas, como lo hemos visto en las marchas de la dignidad campesina. La agresión a la policía es prueba de la desacralización de la autoridad.

¿Dónde estaban los partidos en los momentos tan agudos que hemos vivido recientemente? ¿Dónde los gremios? ¿Dónde estaba el Partido Conservador que ha reclamado siempre la vocería del campo colombiano? No aparecieron, tampoco, los otros miembros de la mesa de la unidad nacional. Ni siquiera fue tolerado el respaldo de Uribe. Antes hemos dicho que la ruptura entre los vínculos de los partidos políticos y los sectores sociales ha conducido a una crisis de la efectividad de la representación, es decir, a una crisis en la justificación esencial de la existencia de los partidos. Si, al mismo tiempo, se acrecienta la capacidad tecnológica para consultar directamente a los ciudadanos y para canalizar su participación por fuera de los partidos, es claro que estos están afrontando un cambio dramático y no parece que se percataran de ello.

Cuando hablamos que ahora se necesitan instituciones más fuertes, nos referimos  a los retos que implica un eventual acuerdo de paz. Cambiar cincuenta años de enfrentamiento por la convivencia, requerirá pedagogía, paciencia de años y vigor institucional. La izquierda colombiana tomaría nuevo aire, con la ventaja de no haber descuidado las nuevas formas de organización social, como sí lo han hecho las colectividades de la centro-derecha.

En el contexto de un acuerdo con las Farc, pensamos con Posada Carbó que la paz comienza con el silencio de los fusiles. Pretender que primero “hay que resolver nuestros ancestrales problemas como el atraso y la pobreza”, es vana utopía o pretexto para postergar los acuerdos.  O, peor, darles argumentos a los criminales para que continúen su accionar. Está lejos de toda posibilidad el desarrollo inmediato del campo colombiano, pues la causa principal de su rezago es la violencia desatada por las Farc y demás grupos ilegales. Es cuando esa violencia cese que podrá empezarse a pagar la deuda social con los habitantes de las zonas rurales. Solo si los insurgentes entregan las armas se puede pensar en una refrendación popular de los acuerdos. Por eso, insistimos, no se comprende la decisión gubernamental de hacer coincidir referendo y elecciones. ¿Por qué dividir? Por el contrario, ese debería ser  el momento de la unión de los colombianos: cuando todos los hombres de la democracia, solemnemente, le ofrenden a su patria la paz alcanzada.