Mucha agua ha corrido por el Atrato desde 1983 cuando, como Ministro de Minas, le expusimos al país la conveniencia de estudiar la conexión Atlántico-Pacífico, dada la posición ventajosa de Colombia en el Istmo Centroamericano. Se trataba, también, de inducir al aprovechamiento hidroeléctrico de la alta pluviosidad de nuestra costa Pacífica. Asesorado por ese gran vendedor de ideas colosales que fue Roberto Panero, sintetizamos así el tema.
Ventajas de Colombia:
Distancia corta entre aguas profundas;
Cerca del 80% de la distancia entre ambas costas es plana, al nivel del mar y seca, por lo tanto, dragable;
Sólo una cadena montañosa separa la zona de llanura del Océano Pacífico;
Existe un gran número de sitios alternativos y cada uno podría ser desarrollado como una canal al nivel del mar, un canal de esclusas o un canal seco, en una variedad de tamaños e impactos;
Debido a la alta pluviosidad en Chocó todas las conexiones tendrán la ventaja de cantidades ilimitadas de agua y energía hidroeléctrica;
Las condiciones para desarrollos industriales y canales de esclusas;
El noroeste colombiano no está desarrollado, y es necesario colocarlo en ese camino;
No hay duda que un canal de esclusas es técnicamente factible a través de la ruta Atrato-Truandó;
Las preguntas serán más bien:
¿Se necesita?
¿Podría pagarse por sí mismo?
¿Podría ser financiado?
¿Habría alguna otra localización alternativa?
Sin un serio estudio desde una perspectiva colombiana, estas preguntas no pueden ser contestadas. Sería oportuno, hoy más que nunca, que Colombia integre una Comisión del Canal Interoceánico al más alto nivel que informe directamente al Presidente de la República.
Una Comisión así podría estudiar las posibilidades de conexión interoceánica en la región noroeste de Colombia, que incluya:
Alternativas de canal al nivel del mar;
Alternativas de canal de esclusas;
Alternativas de puentes de tierra o canal seco.
Considerar todas las alternativas industriales y económicas que se surjan de la conexión interoceánica y que incluya:
Superpuertos en el Atlántico y el Pacífico (Urabá y Humbolt, las bahías de Octavia o Cupica);
Industria de transformación (minerales a metales) usando energía hidroeléctrica del Atrato;
Industrias de transporte marítimo que sirvan desde Colombia hacia el Atlántico y el Pacífico;
Industrias de almacenamiento, empaque y distribución;
Desarrollo agrícola para transportar al este o al oeste;
Nueva infraestructura de transporte al interior colombiano (por ejemplo, el viaducto de Urabá).
Nuestra respuesta a la agresividad del gobierno de Nicaragua debe ser por la positiva, demostrando que jamás renunciaremos a la vocación canalera de Colombia. Es un mandato de nuestra geografía que debe inscribirse con prioridad en la Alianza Pacífico. Sería la ocasión para impulsar el desarrollo regional, tanto tiempo anhelado por las gentes del Chocó y de todo el Pacífico colombiano, como lo plantea la exministra de Cultura, Paula Marcela Moreno. Además, partiendo de la energía hidroeléctrica contribuiremos a la autosuficiencia energética continental, tema clave en la geopolítica contemporánea.