Disputas insensatas
El mayor peligro que corre hoy la democracia colombiana es el enfrentamiento Santos-Uribe. Temas cruciales como el proceso de paz y el “inejecutable” fallo de La Haya se analizan por la opinión en la órbita de esa malhadada disputa. Se ha dicho con insistencia, por medios y comentaristas muy destacados, que es preferible acatar la decisión de la Corte Internacional para no entorpecer las conversaciones de La Habana, como si los voceros de las Farc no fueran colombianos y les preocupara más los intereses de Nicaragua que los de su propia patria. “Pantouflard”, los hubiera llamado Eduardo Lemaitre, el historiador cartagenero que señaló a los ineptos y a los traidores en la pérdida de Panamá.
No es procedente, tampoco, sacrificar a los habitantes del Archipiélago en reverencia a las cortes supra-nacionales, como proponen oficiosos togados, pues, fue La Haya la “que se apartó de los principios fundamentales del derecho internacional y de su propia jurisprudencia”. Tales proponentes, ignoran el heroico gesto de los sanandresanos, cuando, luego de la separación de Panamá, llegó una delegación de los EE.UU. en el acorazado Nashville a invitarlos, bajo la amenaza de sus cañones, a que hicieran parte de la Unión Americana. “Hemos optado libremente por Colombia, porque ustedes son esclavistas”, fue la respuesta definitiva de los isleños. Y, desde entonces, esos compatriotas altivos reclaman más reconocimiento del Estado colombiano.
No es la hora de los fríos cultores de códigos y mapas que tan mal defendieron los derechos del país. ¡No! Es hora de los estadistas, de las águilas que otean el porvenir y señalan el rumbo de la historia. Los tristes días de 1903 no se repetirán, pues el Gobierno de Colombia ha comprendido que acatar el fallo de La Haya… es empezar a perder San Andrés.
Elevar el espíritu y superar sus diferencias sobre el proceso de paz y la sentencia de La Haya es obligación de las dos cimeras figuras de la política nacional: Santos y Uribe. El expresidente no desconoce que las relaciones internacionales han contado siempre con el respaldo de los partidos y que la paz, máximo anhelo nacional, no debe ser pretexto para enconadas banderías. A su vez, el presidente Santos no debería trocar su natural tranquilo por el diario combate. Ha citado el toro a su propio terreno y, en ese escenario, no hay solo espectadores. Asuman, ambos, que si hubiesen coincidido elecciones con los días terribles del hundimiento de la Reforma Judicial todo el establecimiento habría sido derrotado. Además, el resultado en la Corte Europea ha debilitado a muchos actores. Pies de plomo y cabeza fría, que primero es Colombia.
(Julio Londoño acaba de afirmar en El Espectador que “Colombia no tenía nada que ganar”. Debió decirlo mucho antes y no aceptar representarnos en La Haya. Otro gallo cantaría).