La silla vacía y la lengua ocupada
Comprendimos tarde que la ausencia de Tirofijo, en el inicio de las conversaciones en el Caguán, era una notificación del desinterés de las Farc en los acuerdos de paz. Era tal la euforia colectiva que, ante el baldado de agua fría, se cerraron los ojos y se puso andar la esperanza. El Gobierno, con el Presidente a la cabeza, mantuvo inalterable el noble propósito de la reconciliación nacional.
Esos recuerdos tocan a la puerta ante la lenguarada de Iván Márquez, en Oslo. No, no es cierto que fuera previsible esa actitud. Las negociaciones, por más de un año dieron lugar a un acuerdo preciso: un temario de cinco puntos sobre los cuales, y, solo sobre ellos, versarían los diálogos. Por lo tanto, lo de Márquez fue un incumplimiento deliberado, que ha dado pie al pesimismo generalizado. La respuesta rigurosa de Humberto de la Calle advirtió que no habrá campo para las dilaciones. Son, pues, otras las circunstancias. No hay negociadores pendientes de los votos de Tirofijo. Nuestros voceros son dignos y curtidos representantes de la democracia colombiana.
Les corresponde tomar nota, también, a los ansiosos de figuración. No hay campo para nuevos temas como pretenden las desorientadas comisiones del Congreso, ni para los ofrecimientos prematuros de curules o excarcelaciones, ni podrán hacer méritos los contumaces autores de viejas fórmulas proclives a la guerrilla. Todos deben aprender de la cuidadosa severidad con la que el presidente Santos trata tan delicado asunto.
Recordemos que otrora el discurso de las Farc se sustentaba en un Estado ausente y carente de legitimidad. El cambio es notorio: hoy es total el reconocimiento internacional que inició Andrés Pastrana con una diplomacia moderna y brillante; hay presencia del Estado en cada rincón de la patria, como se lo propuso y logró Álvaro Uribe, y la Jefatura del Estado es ejercida con majestad indiscutible por Juan Manuel Santos. Además, la fortalecida sociedad colombiana se dispone a facilitar los acuerdos, pero no aceptará engaños.
En tal contexto, los argumentos de las Farc resultan débiles y anacrónicos. No tienen nuevos líderes que los convoquen. Se les acabaron las ideas y desapareció el mito. Los expertos en Psico-historia deberían abordar el análisis de la decadencia intelectual de esa agrupación que se ha transformado en escuadrones de muerte. Si bien es cierto que la guerra deshumaniza, a tal punto que para sus actores no existe el remordimiento por sus actos criminales, también lo es que ya no hay escenario para la violencia subversiva. Están arrinconados histórica y militarmente. Y ellos lo saben. ¿Tendrán el coraje suficiente para dejar los fusiles, devolver los secuestrados y abandonar el narcotráfico? ¿Comprenderán que necesitan legitimarse en democracia? ¿La lengua ocupada de Márquez, no es otro ominoso anuncio de más sangre colombiana derramada? Hagamos votos para que el Dios de Colombia los ilumine.
P.S. Único, refrescante, hermoso, el encuentro de libreros organizado por Arcadia. Felicitaciones a la bella Marianne Ponsford.