“Cambio de actitud ante ejercicio de democracia real”
PÁGINAS
Plazos y estrategias
HAY mejor clima entre las gentes de la democracia luego del llamado al entendimiento del presidente Santos. Ya, en la entrevista a Gossaín, Humberto de la Calle abrió la puerta al diálogo con el expresidente Uribe y advirtió sobre el momento vidrioso que se vive en La Habana. Las Farc captaron la advertencia y, como siempre, respondieron con plazos de sangre: “mataremos hasta el 20 de julio y un mes después seguiremos haciéndolo”. Pero, se vieron obligados a pactar cambios metodológicos que acelerarán la toma de decisiones en los temas que faltan, Justicia Transicional, Reconocimiento y Reparación de Víctimas y Dejación de armas. Sin embargo, la luz de esperanza que avizora el presidente Santos no precisa si en los siguientes cuatro meses las Farc seguirán atentando contra los colombianos y degradando el ecosistema. ¿Cuándo empieza el desescalamiento? ¿Cuándo el cese bilateral?
Es por eso que El Espectador pregunta ¿Cuatro meses para qué? Aunque, contra las apariencias, Santos les apretó las clavijas a sus interlocutores y estos corrieron a decir que “quieren hacer la paz con este Gobierno”, su acostumbrada mañosidad para dilatar las conversaciones, no permite recuperar la esperanza perdida. Las Farc no han entendido que los diálogos de paz en un régimen democrático están esencialmente determinados por la opinión pública. Su ahistórica formación marxista no les deja valorar la profundidad del actuar democrático. Tendrán que aprender, y pronto, porque de la dimensión de esa comprensión dependerá el éxito o el fracaso de las negociaciones. Y su legitimidad.
Santos ha sido especialmente responsable y serio con sus declaraciones públicas. Si se le escucha sin prevenciones, se notará que no se ha movido de la decisión inicial de someter los puntos del probable pacto a refrendación popular. Tampoco, de la aplicación de Justicia, según parámetros internacionales. Siempre reafirma que en La Habana no se hablará del modelo de desarrollo, ni de la propiedad privada, ni del funcionamiento de las Fuerzas Armadas. Esa postura merece generar la confianza indispensable en todo acuerdo político de paz. Es necesario asimilar, con realismo, que en un pulso tan complejo como el que se libra con las Farc, las concesiones son inevitables. Y que la búsqueda de una sociedad en paz, después de 50 años de confrontación, requiere sacrificios, generosidad y tolerancia.
Por otra parte, las Farc nada ganan intentando debilitar al Gobierno y desconsiderando al sentimiento popular. Deberían abandonar su “comunismo crudo” y asumir que en una sociedad en libertad el principal control lo ejerce el pueblo. La esquizofrenia, propia del mundo violento en el que han vivido, les altera la noción de lo justo y los condena a hacer interpretaciones absurdas de los fenómenos sociales. Y, el dinero de la droga y la minería ilegal les acrecienta la indolencia frente al sufrimiento que le causan a sus compatriotas. Pero el futuro nos toca construirlo juntos e implica un profundo cambio de actitud general frente al ejercicio de la democracia real.