PÁGINAS
¿Qué paz quieren las Farc?
Al publicar los textos completos de los acuerdos logrados en La Habana, entre los voceros oficiales y las Farc, el Gobierno ha demostrado juego limpio. Es una osadía política que se explica por las tergiversaciones que se han tejido sobre los propósitos del presidente Santos, desde cuando se iniciaron las conversaciones de paz. Los textos son consistentes y complementan los ya conocidos y, por lo tanto, los colombianos no podrán ser sorprendidos con cambios abruptos sobre los asuntos referidos: Reforma Rural Integral, Participación Política y Drogas Ilícitas. Realmente, lo acordado se puede considerar como un avance importante en las negociaciones. El desarrollo del campo es una obligación colectiva para que nuestros campesinos puedan tener una vida digna y tranquila. El fondo de restitución de tierras es respuesta a la concentración de la propiedad rural. La gran reforma del campo colombiano consiste en devolverle al campesino la tierra que le arrebataron los violentos, dice el Programa Conservador 2014. La ampliación de la participación, las nuevas oportunidades para el quehacer político, son responsabilidades inherentes al sistema democrático. Más cupos para las mujeres y la reforma al obsoleto sistema electoral, son asuntos urgentes de encarar. En el caso de las drogas ilícitas, impera la concepción del Estado legítimo frente al delito. Esa parte del acuerdo contiene un tema indispensable: compromiso de las Farc de abandonar el narcotráfico.
Desafortunadamente, en las declaraciones de los subversivos solo se escuchan gritos de guerra. La subcultura de la violencia gravita sobre ellos como un fardo del cual no quieren desprenderse. Pretenden ignorar que, ante el avance positivo del Estado democrático, la violencia ha perdido todo sentido revolucionario. Siguen tratando a la contraparte como “el enemigo absoluto”. El fundamentalismo los hace aducir, hoy, después de medio siglo, los mismos factores que originaron la creación de las Farc, como si la historia se hubiera estancado.
El pesimismo de la mayoría de los colombianos con el proceso se basa en las inconsecuencias y en las acciones criminales de las Farc. No se les ha visto un gesto que produzca confianza en la ciudadanía. En cambio, el Gobierno ha sido claro, elaboró con esmero una estrategia que le ha permitido superar las improvisaciones del pasado. Y la aplica. Mientras, las Farc le dan la espalda a la opinión pública, lo que dificultará la necesaria refrendación popular. Y, si se resisten a entregar las armas, habrá fracasado, otra vez, un intento de paz.
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Brilló la inteligencia en el acto de la presentación de las obras completas de Laureano Gómez, en la Universidad Sergio Arboleda, editada en la Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo. De alto rigor académico fueron las intervenciones de Rodrigo Noguera, Carmen Millán, Enrique Gómez Hurtado y Ricardo Ruiz Santos, quien ante el acervo doctrinario de Laureano concluyó: “ahora no hay conceptos, hay apetitos”.