Carlos Holmes Trujillo G. | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Septiembre de 2015

TRABAJO DIPLOMÁTICO PREVIO

A insistir ante la OEA

El  lamentable episodio que tuvo lugar en el Consejo Permanente de la OEA, a raíz del cual Colombia no logró la convocatoria de la reunión de cancilleres de los Estados miembros, ha dado lugar a un nuevo debate.

Ahora se escucha, con frecuencia, la siguiente pregunta: ¿La Organización es un cadáver insepulto, o se trata de un cuerpo hemisférico que merece mantenerse y fortalecerse?

Antes de responderla es inescapable decir que el Gobierno, así sea de manera tardía, ha estado dando pasos apropiados. Y debe contar con el respaldo de la nación.

Como bien lo dijeron varios profesores expertos de la Universidad del Rosario, lo que corresponde hacer en este momento es visibilizar la emergencia humanitaria, no judicializarla.

Las decisiones que ha tomado Santos apuntan en esa dirección, lo que es correcto y necesario.

Pero, además de mostrarle a nuestro hemisferio, y a toda la comunidad internacional, el maltrato del régimen vecino a muchos colombianos, abogar por la cooperación, buscar la normalización de la situación y tomar medidas económicas de emergencia, es necesario tener en cuenta que también está en juego el futuro de la Organización regional más antigua del mundo.

Varios historiadores ven en el Congreso de Panamá, convocado por el Libertador Bolívar en 1826, el origen del sistema interamericano.

Y resaltan que a partir de 1889 los Estados americanos tomaron la decisión de reunirse con periodicidad para construir instituciones comunes.

Dichos esfuerzos llevaron al establecimiento de la Unión Internacional de Repúblicas Americanas, posteriormente a la Unión Panamericana y luego a la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos.

Finalmente, en 1948, en Bogotá, se adoptó la Carta de la Organización de los Estados Americanos, que ha tenido distintas modificaciones.

En todos los esfuerzos, que se han hecho durante tantos años, han estado presentes las ideas de democracia y desarrollo, y la necesidad de tener canales para arreglar las diferencias que puedan presentarse entre los Estados miembros.

Por éstas y otras razones la OEA merece ser vista como una institución que debe rescatarse y fortalecerse, no como un cadáver insepulto.

Sería una falta de visión y hacer caso omiso de las necesidades prácticas abandonarla a su suerte.

Unasur, que se fundó hace apenas unos pocos años, es un accidente histórico.

Nació para satisfacer el sueño de Brasil de ser un líder global, del cual está despertando en forma abrupta, y del alineamiento de algunas naciones con el propósito de implantar en la región el socialismo del siglo XXI, que pasaban, tanto el uno como el otro, por el debilitamiento de la antigua organización hemisférica.

No hay duda de que quienes se propusieron hacerlo lo lograron.

La votación en el Consejo Permanente de la OEA así lo pone, nuevamente, en evidencia.

Sin embargo, lo que aconteció, también demuestra la conveniencia, para el sistema interamericano, de tener una organización fuerte y con vocación de permanencia.

No una institución menor, limitada estructuralmente por su origen, toda vez que nace de una fractura ideológica y con el propósito de profundizarla.

Para Colombia, éste es el momento de poner en marcha el proyecto de revitalizar la OEA.

Nuestro país tiene que seguir visibilizando la crisis humanitaria en la frontera con Venezuela, causada por las actuaciones de un régimen que viola todos los instrumentos internacionales, regionales y bilaterales vigentes en materia de derechos humanos, convivencia civilizada y solución pacífica de las controversias.

Además, de las decisiones que está tomando Santos, debe insistir en la reunión de cancilleres de los Estados miembros de la OEA.

Pero, toca hacer bien el trabajo diplomático previo.