Carlos Holmes Trujillo | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Mayo de 2016
Las bases son muy frágiles
 
Todo parece indicar que la firma del acuerdo entre el Gobierno y las Farc está cerca.
 
En estas materias nadie puede hablar jamás con absoluta certeza, pero los distintos análisis, comentarios y entrevistas de protagonistas vinculados con las conversaciones indican que dicha firma es inminente.
¿Cuál es el estado de ánimo de la opinión nacional en vísperas de ese acontecimiento?
 
En primer lugar, la ciudadanía tiene una percepción negativa muy alta de todos los poderes. No se salva ninguno.
 
El ejecutivo, el judicial y el legislativo son mal calificados por los colombianos.
Lo mismo les sucede a los partidos políticos.
 
En éste campo, la realidad señala que las viejas colectividades son cada día más débiles  y que las nuevas no logran nacer con fortaleza o lo hacen aquejadas de los mismos males de las antiguas.
 
Lo anterior conduce a que el número de compatriotas que se califica como independiente siga creciendo.
 
Infortunadamente esa tendencia, que es positiva, se convierte en un motivo de preocupación en nuestro país, pues la independencia no obedece a que se haya adoptado un proyecto novedoso sino al rechazo generalizado a lo existente.
 
En segundo lugar, los interlocutores en la mesa de La Habana padecen de la descalificación de la ciudadanía.
 
El Presidente de la República está situado hoy en uno de los más bajos niveles de apoyo que se hayan registrado históricamente.
 
Y las Farc continúan siendo rechazadas por la inmensa mayoría.
 
En todas las encuestas, alrededor del 97 por ciento de los consultados manifiesta tener una imagen negativa de ese grupo terrorista.
 
En tercer lugar, el Jefe del Estado dividió artificialmente a los colombianos entre amigos de la paz y amigos de la guerra.
 
Con la creación de esa brecha imaginaria y dañina logró algunos propósitos electorales pero afectó el ambiente político y alejó las posibilidades de entendimiento sobre temas importantes y sensibles para la Nación.
 
En cuarto lugar, no ha sido posible que se escuchen las posiciones constructivas de la oposición democrática.
 
A pesar de los anuncios retóricos acerca de la voluntad de hacerlo, la realidad es que tal cosa no ha sucedido.
 
Por el contrario, lo que se percibe es el propósito de que haya simplemente la manifestación de adhesión a todo lo que hace el Gobierno en los diálogos en Cuba.
 
En quinto lugar, se sigue insistiendo en el plebiscito.
 
A la descalificación general de todos los poderes, la falta de apoyo al Presidente, el rechazo a las Farc y la falta de decisión para construir consensos con la oposición sobre asuntos fundamentales  se le agrega la terca decisión de acudir a un mecanismo de refrendación que no es idóneo.
 
En éstas condiciones ¿será posible creer que, una vez firmado el acuerdo, la opinión se transformará de un momento a otro y manifestará su apoyo emocionado a lo que se suscriba?
 
Eso no va a suceder.
 
Entre otras cosas porque es evidente que lo conocido incluye aspectos que los colombianos rechazan en forma mayoritaria y consistente.
 
Que no haya un solo día de cárcel para los culpables de los más graves delitos que acepten su responsabilidad oportunamente, y que éstos puedan ser elegidos de manera inmediata, suscita descontento y malestar.
 
La inconformidad generalizada es evidente.
 
Por éstas y varias razones más es patriótico seguir insistiendo en la necesidad histórica de un acuerdo político y de Estado acerca del mecanismo de refrendación.
 
Jamás se ha logrado construir un edificio duradero sobre bases frágiles.