Domingo, 22 de Mayo de 2016
Trasfondo estratégico de la pacificación
El conflicto armado que se busca cerrar con las Farc (¿Eln?) nació, creció y está muriendo como una “guerra revolucionaria” degradada. Degradación son los secuestros, las masacres, el paramilitarismo y su correlato en la parapolítica, los “falsos positivos”, en fin, la degradación está evidenciada en la gran cantidad de víctimas civiles.
Ahora bien, toda “guerra revolucionaria” surge por algún tipo de crisis de legitimidad política que, equivocados o no, perciben en el sistema político quienes la emprenden; lo cual desemboca en su causa-meta: cambiar radicalmente y desde el ejercicio del poder, todo aquello que consideran ilegítimo.
Y como en toda “guerra revolucionaria”, los jefes guerrilleros elaboran un discurso de “ilegitimidad del régimen” que en la medida en que no les suene vacío, los mantiene motivados en su lucha. Y claro está, adoptan una estrategia para llegar a aquella meta. La cual se aplica con base en seis variables interrelacionadas: apoyo popular (activo y/o pasivo), apoyo exterior (político, material, de “santuario”), organización, cohesión, medio ambiente (físico y cultural) y respuesta del Gobierno (consistencia, continuidad, coordinación de esfuerzos político-militares). De esta manera, a lo largo del conflicto y de acuerdo a las falencias en las respuestas de los gobiernos, las guerrillas priorizan la acción sobre una u otra de las variables buscando mantenerlas a su favor.
Así las cosas, y en apretada síntesis, en Colombia las guerrillas han mantenido a su favor la organización y la cohesión, un poco menos el medio ambiente, y, en considerable proporción, las respuestas de los gobiernos. No así el apoyo popular y el apoyo exterior, aunque tampoco estos los han tenido totalmente en contra.
Sin embargo, hay que tener también en la cuenta otras dos variables transversales que alimentan (o no) las seis mencionadas, por lo que adquieren cariz de decisivas: la financiación y la superioridad moral. Sobre la primera se ha hablado bastante -secuestro, extorsión, narcotráfico- y aunque han podido mantener una importante cantidad de hombres en armas, por emplear medios reprochables les ha impedido lograr la superioridad moral, variable esta que pesa más por estar ostensiblemente correlacionada con la legitimidad.
Fue esa superioridad moral la que alcanzaron las guerrillas contra las dictaduras de Batista en Cuba y Somoza en Nicaragua. No así en Colombia donde, pese a sus falencias, se ha mantenido la democracia liberal. La misma que ha venido recuperando cotas de legitimidad desde mediados de los 90’s, pese a algunas dosis de impunidad: proceso 8000, para-política, corrupción del DAS, “falsos positivos”, Agro Ingreso Seguro, por solo mencionar algunos de los casos de mayor impacto que han hecho que aquello de que “la justicia es para los de ruana” haya ido perdiendo contenido.
Por todo lo anterior estamos avanzando en la pacificación.