Familia, capital social y economía
La celebración de la Navidad constituye un momento propicio para volver a reflexionar en el valor de la familia. Con la Novena de Aguinaldos, arraigada en nuestra cultura, se presenta un período propicio para reencontrarnos con los seres queridos, para expresarles nuestro cariño y también para agradecer a Dios por el tesoro que nos ha donado. Bien podemos afirmar que Navidad es familia.
De la familia recibimos las primeras experiencias del amor verdadero. Es allí, en la familia, donde maduran los vínculos de solidaridad que nos enseñan a integrarnos a la sociedad pues en el ámbito familiar aprendemos a dirimir los conflictos que se originan en nuestro egoísmo. La familia, patrimonio de la humanidad, constituye uno de los tesoros más importantes. ¡Cuánto debemos cuidarlo! ¡Cómo debemos acrecentarlo para entregarlo como preciada herencia a nuestras hijas e hijos!
Pero cuidar y acrecentar dicho tesoro no se queda solo en lo individual sino que repercute en lo social. Valorar la familia propendiendo por su estabilidad tiene consecuencias que revierten sobre el ámbito en que se desarrolla nuestra vida. El matrimonio estable y las relaciones de parentesco que genera constituyen la fuente primaria del capital social. Y a partir de esas relaciones dicho capital se extiende hacia otras instituciones sociales como los centros educativos, las empresas, las comunidades territoriales o barriales, la ciudad, en fin, a toda la sociedad.
Mientras el capital físico se refiere a los objetos físicos y el capital humano a las propiedades individuales, el capital social se refiere a las relaciones entre individuos-redes sociales y a las normas y costumbres de reciprocidad y honradez que surgen de ellas. En este sentido, el capital social está estrechamente relacionado con lo que algunos han denominado “virtud cívica” siendo el primero la base, pues esta virtud es más eficaz cuando forma parte de una red significativa de relaciones sociales recíprocas. Una sociedad de muchos individuos virtuosos, pero aislados, no es necesariamente rica en capital social. En realidad, el hecho social no reside ni en los individuos ni en las estructuras ni en una mezcla entre ambos. Reside principalmente en su relación, lo cual a su vez redunda en la realización personal de cada individuo pues somos esencialmente relacionales.
Y por si fuera poco el capital social también repercute en la economía. Cada vez más investigadores académicos sugieren que donde la confianza y las redes sociales florecen, los individuos, las empresas, las comunidades e incluso las naciones prosperan económicamente. Es más, el capital social ayuda a mitigar los efectos negativos de la desventaja socioeconómica porque incentiva en los ciudadanos la resolución de los problemas colectivos.
En fin, los matrimonios estables, fuente del capital social, contribuyen al crecimiento económico de los países. Así lo concluyó hace un par de años un estudio adelantado por el Social Trends Institute en coautoría con las universidades de La Sabana (Colombia), Virginia (EE.UU.), los Andes (Chile) y la UIC (Barcelona) con datos de 29 países.