CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Mayo de 2013

Una mirada más completa

 

La discusión sobre la lucha contra las drogas que fue llevada por el gobierno Santos a la Sexta Cumbre de las Américas, produjo insumos más sólidos con la entrega del informe de la OEA que -siendo el primero de su tipo elaborado por un organismo multilateral- explora alternativas para readecuarla.Pero pese a que tanto el Presidente de la República como el Secretario General de dicho organismo insisten en que lo que se busca no es la legalización de las drogas (que empezaría por despenalizar el consumo), sino el mejoramiento de la estrategia de lucha, muchos siguen considerando que la clave a debatir está en la posible legalización. De ahí que, por ejemplo, el titular en primera página de El Tiempo (19-05) anunciando una entrevista al Jefe de la OEA  fuera “Consumidor de drogas no es un delincuente”, y que Daniel Mejía, uno de los once integrantes de la comisión asesora creada por la Ministra de Justicia, declarara en “la silla vacía”, palabras más palabras menos, que la despenalización del consumo y la reducción de la violencia asociada al narcotráfico son los aspectos claves a revisar.

Ahora bien, quienes así piensan no se equivocan pero olvidan que una visión más conducente a la solución del problema debe mirar, en profundidad, toda la estrategia y no solo una parte. Si así  se hace se verá la importancia de colocar sobre la mesa algo que tiende a soslayarse. Esto es que se requiere una férrea voluntad política para que la ejecución de la estrategia sea eficaz, y para lograrlo es vital establecer cuáles -además de la debilidad institucional-  son los factores que influyen para que dicha voluntad no sea la necesaria. De esta manera se llega a un punto al que se prefiere no mirar, aquel que muestra que uno de los principales obstáculos está en la corrupción promovida por las mafias (hoy transnacionales) hacia las autoridades responsables de la estrategia en cada país. Lo cual hace que el esfuerzo principal no se focalice en el centro de gravedad del problema constituido precisamente por esas mafias y las “gestiones” (léase ocultamientos, disimulos etc.) de sus sobornados de “cuello blanco”.

Así las cosas el reajuste estratégico tiene que ver también con neutralizar dicho obstáculo internacionalizando efectivamente la lucha, proponiendo un código penal que tipifique delitos característicos de las mafias transnacionales y sus aliados, luego de lo cual, y bajo la tutela inicial de la OEA, los países que lo acogieran enviarían agentes de inteligencia, policías y fiscales de probada honestidad y experticia para conformar un Cuerpo Internacional antimafia competente para operar subsidiariamente en cualquiera de dichos países.

Cabe anotar que Colombia está en posición privilegiada para liderar dicha propuesta pues de su historia reciente puede extractar suficientes elementos de juicio para demostrar que su éxito relativo en la lucha antidrogas empezó precisamente cuando se golpeó buena parte de ese centro de gravedad con el proceso ocho mil y luego con la “parapolítica”.