Urge un Alto Comisionado para la Paz
“Es posible tener una Colombia en paz, una Colombia sin guerrilla, ¡y lo vamos a demostrar! por la razón o por la fuerza”.
Así cerró el presidente Santos su discurso de posesión hace ya más de dos años y medio. Antes había dicho, de manera implícita, que las condiciones para negociar la terminación de la guerra no estaban dadas; tanto así que quienes hemos venido estudiando el conflicto armado, vimos como un acierto que el Presidente se hubiese abstenido de designar “Alto Comisionado para la Paz”, cargo que venía funcionando desde el gobierno Betancur, y, que en cambio, reviviera la “Consejería de Seguridad Nacional” creada en su momento por el expresidente Gaviria pero diluida paulatinamente durante el gobierno Samper hasta desaparecer cuando asumió Pastrana. En fin, síntomas recientes de bandazos en las estrategias gubernamentales.
Pero el punto a resaltar aquí es que, respecto a la posible terminación del conflicto armado, desde el inicio del gobierno Santos hasta hoy han ocurrido una serie de hechos indicadores de que no eran solo las condiciones para negociar la terminación el conflicto las que no estaban dadas aquel 7 de agosto de 2010, sino que era -y sigue siendo- la Nación colombiana, empezando por sus líderes políticos, la que no estaba -ni está- lista para ponerle fin al conflicto armado y continuar construyendo la paz.
Para corroborar lo anterior no es sino repasar algunos de los últimos titulares de prensa: “Marcha Patriótica y las Farc promovieron marcha por la paz: Mindefensa”, “Santos carece de mandato popular para la paz: uribistas”, “Ofensiva contra asesinos de reclamantes de tierra, objetivos de alto valor los llamó Santos”. “Hay una guerra civil verbal contra el proceso: De la Calle”. “Confunden la discreción con a espaldas del país”, Néstor Morales de Blu Radio al referirse a la comunicación de lo que acontece en la mesa de La Habana.
¿Qué hacer? Antes de sentarse a negociar la terminación del conflicto armado con las Farc lo correcto hubiese sido poner en marcha una bien articulada estrategia de pacificación. No se hizo así, pero aún no es demasiado tarde para al menos diseñarla e implementarla paralelamente con el funcionamiento de la mesa de la Habana. ¿Su gran propósito? Estimular un ambiente político - estratégico que favorezca el avance de las negociaciones, lo cual conlleva en primerísimo lugar la articulación de las líneas de acción en seguridad (Plan “Espada de Honor” y otros) con las de política (Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, Marco Jurídico para la Paz, Comunicación de lo que acontece en la Habana, etc…)
¿Su responsable? el Presidente de la República apoyado y asesorado por un “Alto Comisionado para la Paz” (no solo consejero) quien no puede estar sentado en la Habana sino en Colombia ejerciendo sus funciones.
Su nombramiento adquiere carácter de urgencia pues el buen desempeño del cargo ayudaría a evitarle al país una frustración más con unas negociaciones de paz atascadas o rotas.