CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Octubre de 2012

PARA  muchos colombianos cayó como “baldado de agua fría” el discurso de Iván Márquez durante la instalación de las negociaciones que conducirían a la terminación del conflicto armado con las Farc. Expresaron en voz alta (o baja) algo así como “¡qué soberbia, qué cinismo! En vez de compungidas, las Farc se mostraron retadoras y envalentonadas: ¡los pájaros tirándole a las escopetas!”.  Y claro está,  quienes así pensaron siguieron aplaudiendo la persistencia del  Gobierno en continuar la ofensiva militar contra las Farc, al mismo tiempo que interpretaron el contenido y la forma del discurso del vocero principal de las Farc como una especie de “adiós a la paz”. Pero lo anterior es no solo equivocado, también es irresponsable con un país que no se conforma con vivir el conflicto armado más longevo después del de Israel - Palestina .

Es más, mirando las cosas detenidamente podemos afirmar que aún hay señales para mantener un optimismo moderado sobre el proceso.  Márquez, quien habló a nombre de la cúpula  de las Farc , no podía transmitir indicios de debilidad ni a sus filas ni a sus simpatizantes y ni siquiera al público interesado nacional e internacional. A los primeros porque es gracias a ese discurso que los jefes guerrilleros han mantenido la cohesión -variable estratégica clave- aunque  hayan perdido prácticamente la mitad de su gente incluyendo jefes importantes. Al público en general porque, por una parte, desde tiempo atrás venían esperando el momento de “sacarse el clavo” de quienes llegaron a verlos como “terroristas en cuidados intensivos”. Por otra, porque han mantenido represadas las intenciones de obtener algún grado de legitimidad política.

Así pues, más edificante que escandalizarse con los discursos públicos de las Farc es tratar de entender sus lógicas. Y a ese entendimiento sumar que una cosa es el discurso y la convicción con que se pronuncia y otra la acogida que tiene. Es más, aquellos que critican con dureza “la legitimación nacional e internacional que les otorgó el Gobierno a las Farc”, deberían preguntarse  si  la verdadera y duradera legitimidad política se reconoce y por eso se gana. O al contrario, se gana y fruto de ello viene el reconocimiento.

 Ahora bien, desde nuestra óptica vemos como cinismo puro y duro el que Márquez y sus acompañantes no hayan mostrado intenciones de reconocer su responsabilidad en las acciones degradadas que han afectado directamente a la población civil como los secuestros, las desapariciones o  las minas antipersonales. En esto, hay que tener paciencia y entender que  los jefes de las Farc tendrán que escoger entre asumir la responsabilidad como organización manteniendo la cohesión. O, ayudar a concretar responsabilidades personales entendiendo que en toda guerra ha habido personas que aprovechan el escudo que les brinda la pertenencia a una organización para incurrir en graves delitos buscando solo fines personales.  Así probablemente sacrificarían, en parte, su cohesión a cambio de recuperar en algo la legitimidad política.