Lucha antidrogas: golpear en lo alto
A raíz de la decisión del presidente Santos de llevar el tema de la lucha antidrogas a la Sexta Cumbre de las Américas, el asunto se ha colocado en lugar privilegiado de la agenda pública nacional e internacional. Y, pese a que el Primer Mandatario ha querido dejar claro que no pretende convertirse en vocero de la legalización de las drogas (que empezaría por despenalizar el consumo), muchos consideran que es esa la cuestión clave a debatir al nivel de los presidentes de las naciones americanas.
Quienes así piensan olvidan que una visión más conducente a la solución del problema debe colocar su mirada en el todo de la estrategia que se ha venido aplicando y no solamente en si la represión al consumidor contribuye a la superación o agravación del problema. Es más, el que lo primordial sea debatir la estrategia antidrogas se colige de una reciente encuesta con muestra representativa de varios países de la región en la que amplias mayorías consideraron que la “estrategia contra las drogas ha fracasado” al tiempo en que también la mayoría rechazó “la posibilidad de legalizar el consumo”. Es decir, hoy la cuestión clave está es en reajustar la estrategia.
Ahora bien, a la hora de acometer el reajuste es importante poner sobre la mesa un aspecto que tiende a soslayarse. Esto es que partiendo de que se requiere una férrea voluntad política para que la ejecución de la estrategia sea eficaz, es vital establecer cuáles son los factores que influyen para que dicha voluntad no tenga la solidez necesaria. Así se llega a un punto al que se prefiere no mirar: uno de los principales obstáculos está en la corrupción irradiada desde las mafias transnacionales hacia las autoridades responsables de la estrategia en cada Estado. Lo cual, claro está, se atraviesa como “palo en la rueda” evitando que el esfuerzo principal se focalice en el centro de gravedad del problema constituido precisamente por esas mafias y las “gestiones” de sus sobornados de “cuello blanco”.
Así las cosas buena parte del reajuste estratégico tendría que responder al “cómo” neutralizar dicho obstáculo. Y en ese orden de ideas se puede pensar en globalizar efectivamente la lucha proponiendo un código que tipifique delitos propios de aquellos integrantes del centro de gravedad, luego de lo cual, y bajo la tutela de la ONU, los países que lo acogieran enviarían policías y fiscales de probada honestidad y experticia para conformar un Cuerpo Internacional antimafia competente para operar subsidiariamente en cualquiera de dichos países. Los capturados mafiosos y de “cuello blanco” se entregarían a un tribunal internacional también subsidiario.
Nuestro Gobierno está en una posición privilegiada para liderar dicha propuesta pues, además de la exitosa gestión de su política internacional, puede demostrar que el éxito relativo en la lucha antidrogas empezó cuando se golpeó buena parte de ese centro de gravedad con el proceso ocho mil y otros derivados hasta llegar a la parapolítica.