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¿Quién puede ser mejor alcalde?
Dos aspectos sobresalen en la campaña a la alcaldía de Bogotá: la calidad de las candidaturas y las buenas propuestas como lógico derivado, y, en general la altura del debate, salvo por algunas acciones y reacciones públicas de seguidores de unos y otros (a). De aquí que difícilmente se pueda afirmar que una u otra de las propuestas de políticas u obras a realizar que han planteado los candidatos (a) sea más conveniente o mejor. Lo cual hace -o debería hacer- concentrar la atención en el interrogante de ¿quién puede hacerlo mejor como alcalde o alcaldesa?
Así las cosas, más allá de lo que muestran las encuestas y debido a la polarización negativa o paralizante, que vive el país alrededor del proceso de paz -que inevitablemente irradiará sobre la administración bogotana con la potencialidad de más o menos atascarla según quien gobierne- es pertinente caer en la cuenta de que las candidaturas con mayor opción se pueden clasificar en un bloque a la derecha y otro a la izquierda. De mayor a menor potencialidad para aupar dicha polarización, en la derecha están Pacho Santos, Enrique Peñalosa y Rafael Pardo, ubicándose el último en una centro-derecha serena, sensata y propositiva que tiende a despolarizar. En el lado izquierdo del espectro solo quedó Clara López buscando llenar el espacio que dejó De Roux en la centro-izquierda sensata. Sin embargo, Clara López muestra menos potencialidad despolarizadora en especial por sus seguidores.
Ahora bien, lo positivo del cuadro anterior es que los candidatos con mayor opción -Peñalosa y Pardo- el segundo más que el primero, son los menos polarizantes en el presente, con la diferencia de que a Peñalosa le queda muy difícil o prácticamente imposible desprenderse de su pasado. Me refiero a la pugna que casó con la izquierda, especialmente la “progresista” cuyas cabezas están ad portas de salir del poder con el ánimo de contraatacar defendiendo su obra de gobierno; pugna aquella que desde tiempo atrás se colocó en el punto de no retorno. De lo que se deriva la inquietud de si con unas instituciones capitalinas casi llenas de funcionarios de izquierda de segundo y tercer nivel ejecutivo y administrativo, Peñalosa tendría el suficiente margen de maniobra para hacer realidad sus propuestas-sueños de una metrópoli del siglo XXI. Francamente creo que no, a no ser que a base de prebendas desactivara las prevenciones y/o resentimientos de dicho tipo de funcionario.
En cambio, Pardo -por su pasado y presente- no tendría mayor problema en armar un equipo de trabajo que podría lograr altos niveles de ejecución y control administrativo liderando funcionarios de izquierda sin prevenciones. Podría incluso invitar a Peñalosa como asesor de cabecera para el desarrollo capitalino.