Independencia de la violencia política
EL “Grito de Independencia” que hoy conmemoramos se constituyó en el detonante que marcó el inicio del proceso que más adelante culminó en la Batalla de Boyacá donde se selló nuestra condición de República Independiente de la Corona española.
Doscientos cinco años después, y luego del desfile militar, el Presidente de la República instalará las sesiones del Congreso con el correspondiente discurso en el que seguramente se referirá a la fase que, con la tregua unilateral de las Farc, se inicia para el proceso de paz. Con el paso del tiempo quizá los historiadores consideren lo que hoy comienza como un hito que marcó el arranque de la recta final para alcanzar nuestra independencia de la violencia política. Pero también podría ser el epílogo de una nueva ruptura del proceso de paz, si los compromisos que han asumido tanto el Gobierno como las Farc no se cumplen satisfactoriamente.
Es de esperar que las Farc cumplan con su tregua incluyendo todas las hostilidades que afecten directa o indirectamente la población y que, fundado en comprobaciones objetivas, el Gobierno vaya tomando decisiones que apunten al desescalamiento del conflicto armado para así ir logrando un mejor ambiente con la mira puesta en su cierre bélico. Un ambiente en el que al mismo tiempo en que se disminuye el ruido de la guerra, las negociaciones avancen con mayor celeridad hacia un acuerdo en el tema de víctimas y justicia transicional y la opinión pública perciba que en realidad se acerca el fin de la guerra. De esta manera se iría abriendo el espacio político para acordar el cese el fuego bilateral y definitivo, no como una concesión a las Farc sino como una consecuencia de la restitución de la confianza.
Ahora bien, el desescalamiento se podrá hacer realidad en la medida en que las posturas y decisiones políticas sean pacificantes. También en la medida en que las operaciones militares vayan en la misma dirección. En esto jugará un papel clave el empleo de un lenguaje preciso, veraz y prudente no solo por parte del Gobierno y los mandos militares y policiales, también por parte de los políticos y los periodistas con mayor audiencia y credibilidad.
En cuanto a las operaciones militares cabe llamar la atención en que la seguridad no forzosamente depende de las operaciones ofensivas. Hay varios tipos de operaciones militares más pertinentes para el momento político, como el control militar de área enfocado en los sectores poblados, que disuadiendo y/o reprimiendo las amenazas se centran en proveer un escudo protector a las poblaciones y sus recursos.
Y una anotación final: si un Estado no tuviese la capacidad de decidir con visos de magnanimidad, su autoridad moral estaría en entredicho.