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Un esquema agotado
Al cumplirse dos años del inicio oficial de las negociaciones para terminar el conflicto surgen reflexiones.
Antes de finalizar los períodos de la Política de “Seguridad Democrática” -cuyo cénit quedó marcado con marchas masivas contra el secuestro, la muerte consecutiva de tres miembros del Secretariado de las Farc y la operación “Jaque”- el escenario estratégico empezó a cambiar en contravía de las expectativas suscitadas de someter a las Farc por la fuerza del Estado, y el conflicto entró a una situación de estancamiento. Al que se llegó por eventos que le restaron fuerza a la cabeza del Estado pues golpearon la legitimidad, aunque no la favorabilidad, del Gobierno de ese entonces. Me refiero al empleo del extinto DAS en seguimientos abusivos e interceptaciones de teléfonos y correos electrónicos de personalidades incluyendo magistrados de las Cortes; la desmovilización de paramilitares dejando sombras de duda sobre verdad y reparación; y conductas de militares que, por acción u omisión, asesinaron civiles para presentarlos como espurias “bajas enemigas”. Produjeron un efecto colateral inesperado: suplir el déficit de oxígeno en la auto-justificación de las guerrillas.
Santos fue elegido para su primer mandato gracias a la corriente de opinión favorable a Uribe pues los mencionados golpes a la legitimidad no habían sido suficientemente asimilados por la opinión, entre otras razones porque somos una Nación de arraigada tradición presidencialista e insuficientemente informada por los medios, que tiende a otorgarle credibilidad a quienes por estar en la cúspide del poder tienen la obligación de ser ejemplo de integridad. Lo cierto es que quizás por intuir lo arriba planteado y aún creer en la posibilidad de someter a las guerrillas por la vía de las armas Santos emprendió su primer mandato con el propósito de terminar el conflicto “por la razón o por la fuerza”. Así marcó un esquema de conducción político-estratégica en el que las acciones y posturas políticas podían marchar por un carril separado al de las actitudes y operaciones militares. De ahí que mientras se daba de baja al “Mono Jojoy” y a “Alfonso Cano” al mismo tiempo se adelantaban los preparativos para abrir las negociaciones. Y la propaganda hablando de “bajas de cabecillas” al mismo tiempo en que se negociaba, dejando implícito el mensaje de que la prioridad seguía siendo someterlas por la fuerza. De allí, en fin, todas las incoherencias que se han presentado entre lo político y lo militar, aprovechadas por Uribe y sus seguidores buscando convertirlas en grietas insalvables.
Pero dicho esquema mostró su agotamiento con las reacciones tanto del Presidente como del Ministro de Defensa a raíz de las declaraciones del último sobre el desplazamiento de Timochenko a La Habana. Y mientras todo lo anterior ha ocurrido las Farc no han escatimado oportunidad para hacerse a la iniciativa estratégica, entre otras razones, porque cuando en conflictos irregulares se le da prioridad a lo militar, “cuando la guerrilla no pierde gana”.