Atropello en celulares
Recordemos que el uso de los celulares es relativamente reciente en Colombia. En 1994 eran costosos, pesados y de tamaño exagerado. Además, representaban un lujo que muy pocas personas se podían dar, mientras los teléfonos públicos suplían la necesidad de quienes no los tuvieran.
Hoy, son de uso generalizado y existen livianos, de todos los precios y de muy variadas presentaciones y marcas; los cuales permiten conectarnos con el mundo desde los lugares más recónditos, tanto que se resolvió el problema de comunicación rural antes considerado un propósito inalcanzable. Los equipos van desde modestas unidades llamados "flechas" de 30 mil pesos, hasta los más sofisticados con todos los servicios incluidos; acceso a las redes sociales e igualmente, con pantallas a color en las que se observa la imagen del interlocutor, lo cual en tiempos pasados solo era una fantasía reservada para los comics de Dick Tracy y Sam Matraca en sus radios de pulsera.
De esta manera, no se concibe la vida moderna sin un dispositivo portátil a la mano. Sin embargo, y aquí viene la parte negativa del asunto, mientras los más favorecidos son los operadores, no se contentan con gozar de esta prerrogativa reservada para muy pocas empresas, sino que sistemáticamente atropellan injustamente el bolsillo del usuario.
Veamos:
No es honesto cobrar un minuto completo sin haber hecho uso de él, claro está. O si se “cae” la señal, tener que pagar como si se hubiese utilizado; y, además, verse obligado a marcar nuevamente para restablecer la comunicación teniendo que asumir el costo de otro adicional, así no se requiera en su totalidad. Por supuesto, eso sucede en unas empresas con más frecuencia que en otras, claro está.
De la misma forma, cuando el usuario no alcanza a consumir todos los minutos de un plan pospago, o de las tarjetas prepago y las recargas, al finalizar el mes se los quitan sin reintegrarle el dinero, y sin permitir su utilización en el mes siguiente, ni en otro celular. También, de un tiempo para acá la señal ha ido perdiendo calidad y cobertura, lo cual sucede en la medida en que se satura el uso de las instalaciones por la venta desaforada de líneas, sin que se efectúen las inversiones requeridas en tecnología y mantenimiento.
No obstante, el gobierno no hace nada para evitar esos abusos, ni existe una ley que los castigue.