Ciclovías sin bicicletas
Para esta ocasión hubiésemos podido analizar asuntos de actualidad, tales como la segunda posesión del presidente Santos; los últimos detalles de las conversaciones en La Habana; el conflicto del Medio Oriente o el fenómeno del Niño: entre otros.
Sin embargo, resolví referirme a un tema de importancia mayúscula, que raya en lo absurdo, y que por muy buenas que sean las intenciones que lo inspiran, así haya un respetable, mas no representativo número de habitantes que románticamente lo respaldan, no deja de ser grave si se observa desde el punto vista práctico. Me refiero al embeleco de nuestros alcaldes capitalinos por ver algún día a todos los bogotanos montando en bicicleta.
El trancón originado por la famosa "ciclovía" del pasado martes 5 de agosto, dizque para celebrar el cumpleaños de Bogotá, no tiene nombre. Fue más bien una demostración de la inconveniencia de una medida de esta naturaleza, precisamente a la hora en que todo el mundo sale de su trabajo y regresa a casa. Además, por ser una ciudad donde la movilidad ha hecho crisis.
Insistir en que los bogotanos algún día utilicen la bicicleta como medio de transporte, no solo es ingenuo sino que nunca va a suceder, porque sencillamente no corresponde a sus costumbres ni a su voluntad. E igualmente, porque luego de tantos años de insistir en este esnobismo inspirado en otros países, ya era hora de que se hubiera producido un resultado convincente.
Y las "ciclorrutas", para las cuales se ha despilfarrado ingente cantidad de dinero oficial, incluidas la supresión de varios carriles de vías arterias, han traído como consecuencia que los vehículos no quepan en el escaso espacio que les queda, mientras los ciclistas no aparecen por ninguna parte. Si acaso uno o dos. Por su parte, los motociclistas que son otra plaga parecida a una invasión de extraterrestres, hacen más compleja la situación, sin reglamento ni exigencias de ninguna naturaleza, irrespetuosos y atravesados, actúan como se les viene en gana. Ambulancias van y vienen, con sirenas, pitos y luces como si estuviéramos en guerra, transportando heridos de accidentes causados por estos barbaros de casco y chaleco.
Así las cosas, ya es hora de ponerle orden a la movilidad en la capital de la República, para no hablar de los trancones en la vía a Soacha, o en la salida para Villavicencio u otros sitios por el estilo
Es indispensable que se reglamente la venta y el uso de motocicletas y por lo menos se despejen las vías, se vuelvan a dar al servicio para los vehículos los carriles que se destinaron a las bicicletas y se amplíen aquellas calzadas donde los separadores son anchos; por lo menos mientras se resuelven a construir otras nuevas.
De manera contraria, Bogotá muy pronto habrá colapsado, mientras al “juguete" ese que llaman Transmilenio atiborrado de gente, le llega la hora de chatarrizarlo, incluidas las enclenques estaciones de aluminio que a la vuelta de 10 años van a estar completamente deterioradas, tiempo durante el cual seguramente tampoco habrán construido el Metro.