La visita de Capriles
Nada más antipático que ver a todo momento a los voceros del Estado venezolano en actitud desafiante y altanera contra Colombia.
Conducta provocadora y desobligante, con recriminaciones mordaces e insolentes de un "canciller", con minúscula y entre comillas, quien llevado por sus propios resentimientos actúa en contravía de como lo hace la diplomacia mundial, caracterizada por la prudencia y las buenas maneras, o cuando menos con inteligencia.
Y qué decir deDiosdado Cabello con más ínfulas presidenciales que el mismo Presidente. O de quien Maduro de apellido pero de apariencia bobalicona, después de manejar un bus pasó a conducir el país sin mayor diferencia de lenguaje ni compostura, mucho menos de capacidades. Y si aquí alguna vez le reconocimos su deseo de superación, eso no le da mérito a su patanería ni a su mala educación.
Igualmente Chávez, hombre carismático y audaz, pero tan patán o peor. Pobre Venezuela.
Aclaro que tampoco simpatizo con Capriles, otro que en medio de su fogosidad parece más inmaduro que Maduro. Títere de quienes otrora mandaron y ahora desean volverlo a hacer, quizás con el mismo modelo de injusticias sociales de esa época.
Lo inexplicable es que muchos colombianos hayamos resuelto terciar en la polémica interna del vecino país, algunos con tal intensidad que hasta ellos mismos se lo creen, tanto que luego de recibir a Henrique Capriles llegaron a decir que se trataba de una "traición".
¿Traición a qué o a quién? ¿De cuando acá tal despropósito?
Y si eso es así, entonces qué dirán del asilo político a Pedro Carmona quien lleva varios años viviendo aquí. O con igual argumento habría que dejar de recibir a otros visitantes, entre ellos a algunos expresidentes contrarios a quienes actualmente gobiernan en sus respectivos países.
Que nos digan más bien, cómo se califica el hecho de que allá se refugie la guerrilla desde tiempo atrás.
Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Que no confundan, ni mucho menos ofendan. Y ahora, por todas esas bravuconadas dizque a cerrar el intercambio comercial. Vuélvanse serios, actúen con verdadera madurez hermanos venezolanos.
Y que sea la ocasión también, para que el presidente Santos entienda que en su afán por quedar bien, no a todo el mundo se le puede echar el brazo por encima al mismo tiempo.