Habemus problemas
La renuncia del Papa es el fenómeno político del año. Se puede decir que es un acto de grandeza, de pureza, de un hombre católico, y también se dice que es la única forma de purgar el Vaticano, tapar los escándalos y causar una gran impunidad.
El mundo entero ve nuevamente el proceso de cónclave en menos de una década, mostrando que la designación papal cada vez tiene menos de divina y más de humana. Las intrigas, los nombramientos de cardenales previos, los posibles cambios de normas, las presiones del ala derecha y las de la izquierda, las casas de apuestas apostando abiertamente, las opiniones de los medios y el silencio del óbolo de San Pedro.
La renuncia de Ratzinger será recordada como una de las estocadas más fuertes a la fe católica, porque mostró al mundo que la Iglesia es tan politizada como cualquier otro Estado, y que los flujos de poder van desde nombramientos, impunidad y hasta corrupción. La pederastia, los robos, la vanidad de los cardenales, el ego de los italianos y los deseos de poder de los africanos y americanos, son solo los condimentos de un bacanal político que les dice a los creyentes que el camino está en su fe, porque la institución de la Iglesia parece no tener salvación de Dios.
Juan XXIII tuvo la visión de un cambio de la Iglesia y el concilio ratificó una pequeña parte de ese espíritu, que fue congelado durante el mandato de Juan Pablo II, que sin duda fue carismático, popular, adorado, excesivamente conservador y tolerante con prácticas espantosas en la Iglesia.
Hoy para el católico el camino es la fe: creer ciegamente; porque lo que está pasando no soporta una mínima reflexión sobre la humanización del papado y de la Iglesia, y el comienzo del fin de la forma y el fondo de la institución por su exceso de poder, riqueza y arrogancia. Curiosamente mucho se decía sobre la llegada de un Papa que será fatal para la Iglesia, quizá esta profecía se ha cumplido: la renuncia del Papa, más allá de ser un acto de humildad, puede terminar siendo el error más grande del Vaticano después de la pérdida de los Estados papales. Hoy ya no se adora al Santo Padre, sólo se juega políticamente por su poder, mientras otros ganan dinero apostando a los resultados de la ambición humana.
Colombianada. Quizá la próxima encíclica sea sobre marketing político.
@Consumiendo