CAMILO GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Martes, 20 de Noviembre de 2012

El ejemplo del peleador

 

Confieso que soy pésimo televidente, pero hace poco vi una propaganda contra la violencia familiar que me impactó. En el comercial, un niño que juega fútbol es felicitado por el papá que orgulloso le dice “siquiera vas a ser como yo” y el niño hace una cara de terror y con toda la razón le contesta delante de más personas: “¡NO! Yo no quiero ser como tú, porque le pegas a mi mamá”. Un comercial duro pero real. El ejemplo de los padres y de los mayores sin duda es una guía para el futuro de las siguientes generaciones que no quieren más violencia.

Por estos mismos días hemos asistido a un par de episodios en donde el expresidente Uribe se ha “agarrado” con diferentes personas, usando una serie de términos que hacen que estas peleas parezcan más una riña de personajes de baja calaña, que peleas por la defensa de las ideas.

Y esto no es nuevo. Desde que el país conoció la famosa frase de “le parto la cara marica”, pronunciada por el entonces Presidente en ejercicio, hasta estos días donde los términos “burócrata, inepto, apelmazado y trepador” han sido los más profundos pronunciados por el expresidente peleador, han pasado episodios casi semanales en donde a punto de insultos el expresidente ha pretendido defender sus posiciones, dando un pésimo ejemplo al resto de los ciudadanos.

No tengo duda de que a cada ex le corresponde el legítimo derecho de defender sus obras de gobierno, de confrontar las ideas de los demás e incluso de hacer oposición al gobierno de turno. Cada uno, en su condición de líder político, tiene el sagrado derecho que la democracia otorga a participar en política o a dejar de hacerlo, según su propio convencimiento.

La condición de expresidentes les otorga la libertad de actuar como sus ideas y principios se lo indiquen. Pero todos, menos el expresidente Uribe, lo han hecho con altura y con la mesura que la calidad que ostentaron les impone, pues siempre seguirán siendo ejemplo para las generaciones más jóvenes. El respeto reverencial que su cargo les otorga tiene como sustento básico el correcto ejemplo que den a los demás ciudadanos.

No se trata de puritanismos. A todos se nos escapa un madrazo de vez en cuando. A todos se nos vuela la piedra alguna vez y los expresidentes no pueden ser la excepción. Pero, eso es muy distinto al espectáculo que con inusitada frecuencia nos esta ofreciendo el expresidente Uribe, a veces en vivo y en directo y a veces trinando incansablemente.

En todos sus trinos y cantos lo único que no se ve jamás son ideas o razones ni profundidad alguna en lo que dice. Es como si confundiera las peleas a punta de blasfemias y vociferaciones de baja calaña, con la defensa de las ideas y de las obras de su gobierno.

Al igual que en la propaganda que citaba al inicio, yo no quiero ser como Uribe el peleador y no quiero que mis hijas ni ningún joven colombiano sigan el triste ejemplo que como líder esta dando.

En un país que quiere dejar la violencia atrás, los primeros en dar ese ejemplo deben ser sus líderes. La agresividad no puede reemplazar la sana discrepancia y las groserías no reemplazarán jamás las ideas con las que los verdaderos estadistas deben discutir