La crisis del coronavirus nos ha puesto al tiempo ante muchas realidades que abarcan casi todas las esferas de la vida social. Sacando nuestras mejores emociones y también las peores, desde la solidaridad hasta el más crudo egoísmo. Es como si de pronto se hubiesen intensificado los problemas y las dificultades. Y no se puede desconocer el sufrimiento de miles de personas, especialmente por la muerte de sus seres queridos.
Es inevitable que se generen también desánimo y pérdida de confianza que se suman a la lista de las cosas por recuperar como sociedad. La respuesta global con la vacunación es signo de esperanza. Y las limitaciones para acceso rápido por millones de personas expresa la dura realidad de la desigualdad.
De otro lado, está el desafío de la urgente respuesta a los problemas socioeconómicos y sanitarios que se demanda de los Estados. La crisis también nos ha puesto ante la importancia de verificar los resultados concretos de las decisiones y la acción de los gobiernos. El foco se volvió a centrar con mayor atención sobre la importancia y la acción del Estado a través de los gobiernos, demandando y monitoreando resultados casi que en tiempo real. Es una situación relativamente nueva en una época de globalización, grandes corporaciones y TIC, donde su papel para muchos parecía secundario.
Según la encuesta sobre confianza, Colombia es el cuarto país entre 28 en que más se desconfía del gobierno, registra 33 puntos y está 20 por debajo del promedio global. En 2019 estaba en 37. Y la confianza en los líderes disminuye cada vez más -Ejemplo, 24 puntos en funcionarios públicos-. Además, las personas consideran que los líderes son sospechoso de mentir y desinformar: líderes gubernamentales 72% y líderes empresariales 66%. (Edelman Trust Barometer/2021). Y la última encuesta Invamer (Abril/21) muestra un creciente desaprobación del desempeño del presidente 63,2% y el 77,5% creen que las cosas en el país van por mal camino. Es decir, hay una clara insatisfacción con el manejo y los resultados.
El proceso electoral del 2022 para elegir Congreso y Presidente no será ajeno a lo arriba señalado -recientes ejemplos en otras partes así lo muestran- y eso le imprime una dinámica distinta. La intención de voto muestra una abultada ventaja de la izquierda en cabeza de Gustavo Petro, en ambas vueltas y quien capta significativos votantes en todo el péndulo ideológico. Seguido del centro con Sergio Fajardo, y mucho más atrás por la candidata de la derecha Marta Lucía Ramírez que se muestra como la más destacada entre 15 nombres de ese sector (Invamer/21).
Si bien, las últimas campañas electorales en el país han estado enmarcados en la polarización ideológica que simplifica y tiende a restarle importancia al debate sobre propuestas y resultados. Es creciente la presión para mejorar la efectividad de las políticas, contar con gobiernos de mayor liderazgo y mejorar confianza en las instituciones democráticas. La competencia electoral está en las previas, pero apurando. ¿Será que la crisis aceleró la necesidad de cambios y a la vez nos dirigimos hacia un proceso electoral menos ideologizado?
@Fer_GuzmanR