Llega en unas horas a nuestro país la tercera visita papal. En esta ocasión tendremos el honor de recibir a su Santidad el Papa Francisco, conocido por su humildad, sencillez, su preocupación por los necesitados y su interés en el diálogo con individuos de contextos y opiniones distintas.
Hace ya muchos años que, siendo Secretario General de la Presidencia de la Republica, tuve la oportunidad de recibir a su Santidad, el entonces Papa Juan Pablo II, quien visitó nuestro país entre el 1 y el 7 de julio de 1986. Y sé que mi padre tuvo la oportunidad de recibir la primera visita papal, de Pablo VI, en 1968.
En los 80’s, eran otros tiempos, otras las circunstancias. El país se encontraba inmensamente triste después de los acontecido en el Palacio de Justicia y los 25.000 muertos que se habían producido como consecuencia de una catástrofe natural; la erupción del volcán Arenas del Nevado de Ruiz, que produjo una avalancha de lodo y acabó con el municipio de Armero. Sin embargo, la visita papal de alguna manera ayudó a calmar esa tristeza y tranquilizo el corazón de los colombianos.
Esta vez nos encontramos en uno de los momentos más críticos de nuestra historia por la polarización política, las dificultades económicas, la implementación del proceso de paz con las Farc y el proceso de paz con el ELN que está haciendo que la reconciliación nacional no sea fácil y que el odio en las posiciones se evidencie no sólo en las actitudes sino en los sentimientos de los colombianos.
Por todo lo anterior, creo que la visita del Papa puede y debe cambiar los ánimos y permitirnos que, a pesar de nuestras diferencias, logremos la convocatoria de un pacto que permita buscar soluciones a nuestros graves problemas.
Porque además lo que también estamos viviendo es una crisis de los valores tanto éticos como morales que requiere de toda nuestra imaginación, liderazgo, acuerdo y acción, capacidad de perdón y sobre todo voluntad de llegar a puntos comunes en las distintas posiciones. En materia de paz por ejemplo, tenemos que, además de lograr buenos acuerdos con los grupos alzados en armas, desarmar nuestros espíritus. De lo contrario podemos pasar de un conflicto de más de 52 años de existencia a uno nuevo que podría tristemente durar muchísimo más.
Tenemos también que tener claridad sobre los temas que estamos haciendo. En días pasados quedé totalmente confundido cuando escuché al Ministro del Interior en unas declaraciones diciendo que habían aprobado una Ley para prohibir el paramilitarismo. Me pareció extraño, como si aquello implicara que antes había estado autorizado. La falta de claridad en los conceptos puede tener graves consecuencias en la vida institucional del país. Que la visita de su Santidad nos ilumine y nos de capacidad de entendimiento, reconciliación y compromisos para el buen destino de nuestra patria.