La derecha colombiana, la de centro y la de la extrema se encuentra en un gran predicamento. Están divididos. Y no solo por los egos de cada uno, sino, sobre todo, a causa de los extremismos que algunos dirigentes se encargaron de alimentar y que ahora, como cualquier monstruo artificial, se retuerce en contra de sus propios creadores.
El uribismo, que según lo reconoció el gerente de su campaña del referendo sobre el acuerdo de paz, elaboró una estrategia para “hacer que la gente saliera a votar verraca”, lo logró y derrotó al Si. Pero al enfurecer a la mitad del país creó un monstruo. Encaramó al 50% de los votantes en un discurso radical y de odio, del que no ha sido capaz de desmontar a la gente. A su gente.
Y el Leviatán que crearon se les está devolviendo. El odio que les crearon contra el proceso de paz no ha desaparecido. Al revés, los mismos hechos que les entregaron y les enseñaron a valorar como indicios de “castrochavismo, de comunismo, de ideología de género” etcétera, lo están usando contra su propia agrupación política.
Si no fuera porque es una tragedia, sería hasta ridículo oírlos decir que Iván Duque -el que Uribe dijo- es en realidad un comunista disfrazado que conducirá a Colombia al “Castrochavismo”. O que Marta Lucía Ramírez está comprometida con la corrupción por su cercanía con Samper, con Pastrana y con Santos. He leído en twitter acusaciones incluso contra el propio Álvaro Uribe, acusándolo de comunista por no haber hecho lo suficiente contra el comunismo. De ese nivel son las bravas barras del uribismo.
A Iván Duque le han sacado a relucir un trino que puso alguna vez para celebrar una decisión del Presidente Barack Obama sobre la igualdad de derechos para la comunidad LGTB como prueba de su presunto izquierdismo o de su comprometimiento con la “ideología de género”. Y tienen razón. O por lo menos la tienen desde lo que les enseñaron durante el debate del referendo sobre el proceso de paz. Los ideólogos del uribismo convencieron a sus votantes de que merced al Acuerdo de Paz, en Colombia se iba a instalar una dictadura homosexual que desde la Plaza de Bolívar de Bogotá iba a instalar un rayo homosexualizador (con los colores del arco iris, supongo) que nos convertiría a todos.
Ahí están y ahí siguen el Pastor Arrázola anatematizando a los gays desde su púlpito, José F. Lafaurie dudando de la virilidad de los varones que usamos camisas rosadas, o una candidata a la Cámara de Representantes proponiendo tratamientos terapéuticos para los que sufren de “la enfermedad del homosexualismo”. Ahí siguen todos esos autodenominados periodistas que un día despotrican contra un opositor y otro maltratan a su pareja señalando a quiénes odiar. Y el blanco ahora está en sus propias huestes.
Es como en el tenebroso cuadro de don Francisco de Goya, Saturno devorando a sus hijos. Crearon el monstruo y ahora están siendo víctimas de su propio invento.
Pura justicia poética o como dicen en mi pueblo: Comen de su propio cocinado.
@Quinternatte