En 1960, cuando John F. Kennedy era el candidato demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos de América, y el único católico que ha sido elegido, hubo de verse obligado a garantizar públicamente que durante su presidencia decidiría “de acuerdo a lo que su conciencia le dijera que es el interés nacional, y sin prestar consideración a presiones o dictados externos de índole religiosa”.
En 2006, Barack Obama, probablemente uno de los Presidentes más queridos y más respetados intelectualmente de los EE.UU.A señaló que “la incomodidad que sienten algunos progresistas ante el menor atisbo de religión nos ha impedido a menudo abordar con eficiencia los problemas en términos morales” porque “el miedo a que parezca que hablamos como un cura puede llevarnos a olvidar el papel que los valores y la cultura desempeñan en algunos de nuestros problemas sociales más urgentes”.
Las dos citas las trae Michael J. Sandel en “Justicia” una obra donde aborda el problema de los debates morales, éticos y religiosos en la sociedad estadounidense actual, para demostrar lo artificial que resulta excluir el tema religioso de los debates públicos.
En el mismo sentido escribe en Colombia Iván Garzón Vallejo una obra esclarecedora sobre ese mismo tema: “La religión en la razón pública”. De la mano de Rawls y Habermas algunas veces, llevándoles la contraria en otras, afirma que los creyentes pueden (y deben) hacerse oír en el debate público, si son capaces de traducir sus creencias en argumentos racionales que merezcan ser aceptados en el debate público. La democracia como sistema no puede darse el lujo de excluir a los creyentes de sus grandes debates jurídicos, que en la mayor de las veces tienen un gran trasfondo moral.
Todo esto a propósito del “Decreto 036 del 9 de junio de 2017, por el cual se hace entrega simbólica del municipio de Yopal al señor Jesucristo” suscrito por la alcaldesa de esa localidad con el visto bueno de las oficinas de planeación y la elaboración y aval de la oficina jurídica.
Ese decreto, como dijo Talleyrand, es peor que un crimen. Es un error. Allí está todo lo que no desea verse de un creyente. Ese acto administrativo, caricaturiza hasta el ridículo la fe, al introducirla, sin ninguna pertinencia ni relevancia pública, en un acto de pretendido alcance jurídico.
Hay creyentes así, como esa alcaldesa, o como el inefable señor Ordóñez, o como el marido de la senadora Morales, o como el pastor Arrázola, que en cualquier momento acaban con la respetabilidad pública de lo religioso.
Pero también los hay como el Padre Vicente De Roux o Leonardo Boff que son capaces de traducir el Magisterio Moral de la Iglesia en razones públicas de ética para debatir razonablemente en cualquier foro democrático. ¿Por qué la opción por los pobres no es válida cuando la predica el Papa Francisco desde la solidaridad cristiana, pero sí lo es cuando lo hace el partido comunista mediante la violencia?
Lo de Yopal, es ridículo, pero pudo haber sido peor. Pudieron haberle entregado el municipio a alguno de los 12 Apóstoles, o a Job, el que estuvo en la “casa de nari”.
@Quinternatte