Aquí están | El Nuevo Siglo
Jueves, 25 de Enero de 2018

MIGRANTES y refugiados son hoy el principal contagio global que los países ricos y emergentes deben atender. Más allá de los más de 65 millones de personas que están dispersas por el mundo en busca de un albergue, es preciso humanizar esta horrible pesadilla.

Los tambores del odio, persecuciones, violencia, expulsiones y miedo a las guerras, se oyen en todos los puntos cardinales, sin excepción.

Ningún territorio es ajeno hoy al grito de desesperación que se escucha entre niños, ancianos, hombres y mujeres que intentan escapar de sus naciones sumidas en tierra de nadie e imperio de tiranos.

No menos de 500 mil refugiados han debido ser tomados el último año por manos amigas de la Eurozona con el compromiso político de países como Alemania de que serán acogidos con responsabilidad social.

El asunto ya no compete solo a familias desgarradas por el dolor que parten de Siria. No es tema solo del corazón del medio Oriente. No es de los gobiernos que como Grecia, Italia, Francia y España, andan encartados con la llegada de cientos de miles de migrantes que buscan un nuevo comienzo.

El quid de asunto es que la crisis de refugiados es ya un problema universal que nos toca a todos en casa, en el barrio, en cualquier región.

A Colombia han llegado alrededor de 600 mil venezolanos, la mayoría buenas personas que huyeron del terrorífico dominio del dictador Maduro. Aquí están y aquí quieren estar.

Ciudadanos del vecino país dispersos en buses, en calles, en parques, en albergues, en restaurantes, en fábricas y en zonas de producción agrícola.

Muchos compatriotas llegan con el alma arrugada y la esperanza mutilada.

Son seres humanos que necesitan donde dormir, comer y trabajar. Quieren producir, estudiar e integrarse a una sociedad que les garantice respeto a sus deberes y obligaciones.

Han llegado niños, jóvenes y adultos, profesionales y trabajadores, amas de casa y padres de familia, todos con la expectativa de que Colombia los saque de la locura de la Venezuela del olvido.

Puede que también hayan ingresado al país gentes cercanas al régimen opresor de Maduro en una estrategia marrullera y sucia de monitorear e intimidar. Es posible que tengamos entre nosotros rastros del mandamás venezolano, acechándonos como panteras en la noche, buscando indisponer y creando incertidumbre entre gentes de bien.

Sin embargo, como hace la Unión Europea, es urgente que países latinoamericanos, con liderazgo de la OEA y Naciones Unidas, acuerden un pacto social por la convivencia de migrantes.

Compromiso multilateral que ampare a venezolanos que están saliendo de su país.

Acuerdo internacional para que cada país del hemisferio determine la cantidad de venezolanos que podría acoger.

Responsabilidad no compete a un solo país. Cada nación debería anunciar un plan de ayuda y aceptación de migrantes.

 

Constituirse un fondo común financiero con músculo de Naciones Unidas, la OEA y organizaciones públicas y privadas.

Conglomerados económicos de cada región bien harían en darle oxígeno financiero a programas de refugiados.

Si España no cuenta con economía sólida para darle empleo a los suyos, menos va a poder asegurar trabajo a refugiados.

Si Alemania no tiene potencial para generar empleos que requieren sus provincias, ¿Cómo hará para darle sustento, vivienda y trabajo a migrantes?

Si Grecia acusa problemas fiscales y dificultades para poner a flote su economía, la salud, la educación y la vivienda, no va a poder lidiar con tanto migrante que le llega.

El caso de Francia e Italia es similar, sin ignorar la resistencia que se acentúa por parte de opositores a la ayuda y acogimiento de desplazados, migrantes y refugiados en sus territorios.

El Reino Unido tiene movimientos ciudadanos que resisten solidaridad con  migrantes del mundo. Muchas agitaciones en Inglaterra contra admisión en su suelo de quienes en su opinión, no deben ni tienen porque estar allí.

En Colombia, de campañas políticas y candidatos ´ciegos´ por el poder, no debemos bajar la guardia en este frente. Se están viniendo para acá los venezolanos y es preciso una política diplomática que los acoja o reubique en  países amigos.

Vital ejercer control y vigilancia, chequeos e investigaciones sobre personas que están ingresando para determinar su legalidad o no en el proceso.

Por encima de cualquier consideración o monitoreo migratorio, a cada venezolano hay que atenderlo para acogerlo o devolverlo.