ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Diciembre de 2012

Democracias vulnerables

Para  América Latina la democracia nunca ha sido un asunto fácil. La buscó desde el principio de su vida independiente, cuando encontró su inspiración política en los ideales del constitucionalismo liberal, en la Revolución Francesa y la Constitución de Filadelfia. La perdió sin tenerla por cuenta del faccionalismo y el caudillismo, entre guerras civiles y golpes de cuartel. La vio diluirse como posibilidad en medio de la Guerra Fría, la Doctrina de Seguridad Nacional y la amenaza de la insurgencia armada. Y a pesar de tantas frustraciones, la recibió

con renovada esperanza cuando a mediados de los 90, pareció por fin que la maldición de Tántalo que pesaba sobre ella había terminado.

Hoy día los latinoamericanos tienden a dar la democracia por sentado. Se suele olvidar, con demasiada frecuencia, que la democracia nunca es un producto terminado: una vez inaugurada (y sobre todo, recuperada), hay que consolidarla, y simultáneamente, profundizarla. De lo contrario, las promesas incumplidas de la democracia podrían acabar poniendo en entredicho sus logros reales.

Las amenazas a la democracia en América Latina ya no provienen de los militares. Tampoco de organizaciones armadas ilegales con la pretensión y la capacidad para tomarse el poder

por la fuerza e imponer así un proyecto político tan anti-liberal como anti-democrático, aunque disfrazado de reivindicaciones populares. Ni siquiera de la deficiencia de los procesos electorales, que al menos desde un punto de vista técnico han alcanzado una mínima confiabilidad. La vulnerabilidad de las democracias latinoamericanas se origina actualmente en la progresiva y más o menos velada erosión del Estado de derecho (y en particular, del imperio de la ley y el principio de separación e independencia de las ramas del poder público); en la rampante corrupción y en su consecuencia lógica, la captura de las instituciones y el relajamiento del control de los gobernados sobre los gobernantes; en el deterioro de las libertades civiles (y en especial, de las libertades de expresión e información) y en la

arremetida de algunos gobiernos contra la libertad económica, lo cual pone en riesgo no sólo la creación de nueva riqueza sino la propia autonomía de la sociedad frente a un invasivo aparato estatal.

Menos ruidosas que los golpes militares, menos letales que las rebeliones armadas, estas amenazas pueden, sin embargo, ser tanto o más catastróficas para la democracia. Y son uno

de los grandes desafíos que, por ejemplo, Venezuela habrá de enfrentar para dar vuelta algún día a la triste página que el chavismo ha dejado escrita en su historia.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales