ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 12 de Septiembre de 2011

El 12-S
 

“La ejecución de esa estrategia tuvo efectos paradójicos”


SE  suele sobreestimar fácilmente el significado y la importancia de los ataques terroristas perpetrados por Al Qaeda contra territorio estadounidense recordados justo ayer, como si a partir de ese momento la historia del mundo hubiera dado un giro radical y todo fuera hoy, por ese motivo, sustancialmente distinto. En realidad, el 11 de septiembre de 2001 debería leerse más como síntoma, y no como causa, de un profundo y complejo proceso de transformación del sistema internacional que ya para entonces venía desarrollándose y que aún está lejos de concluir. Ese gran cambio tiene que ver con el tránsito de un mundo bipolar a un mundo apolar. Y más que los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, fue lo que vino después, la respuesta de Estados Unidos, lo que aceleró ese proceso, al intensificar la erosión (no la decadencia o el declive final) del liderazgo y la supremacía de Estados Unidos a escala global.


En efecto, Bush II hubiera querido otra cosa: una política exterior “más humilde” y realista, un repliegue del poderío estadounidense, un involucramiento selectivo en áreas verdaderamente prioritarias, una relación más profunda y diversa con sus aliados tradicionales, y una participación más responsable de las otras potencias en el mantenimiento del orden y la paz internacionales. Pero el 12-S todo cambió.


Como un predecesor suyo 100 años antes, Bush II proclamó una “Guerra Global contra el Terrorismo”, securitizando su política exterior, reinterpretando toda su agenda en clave antiterrorista, renunciando al realismo y abrazando la causa neoconservadora.  Guerra anticipada, unilateralismo, globalismo, supremacía militar, cambio de régimen, imposición de la democracia, se convirtieron así en los principios rectores de una estrategia orientada a asegurar y demostrar la invulnerabilidad y la resistencia de los Estados Unidos luego del 11S.


La ejecución de esa estrategia tuvo efectos paradójicos. Tal vez hoy día sea improbable otro ataque de gran envergadura como el de hace una década. Pero el elevado costo de la Guerra contra el Terrorismo en todos sus frentes, el ambiguo balance de las intervenciones en Afganistán e Iraq y sus efectos (no deseados) en la geopolítica regional, la metástasis experimentada por Al Qaeda, entre otros, han afectado el liderazgo estadounidense y generado ventajas relativas para algunos de sus competidores.


Esa fue la herencia que recibió en 2009 el presidente Barack Obama. Una herencia difícil de liquidar y que tuvo que aceptar tal cual, sin poder apelar al beneficio de inventario, y que aún hoy parece tener dificultades para administrar y gestionar correctamente.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales