Terroristas suicidas, ISIS resucitado
LOS atentados de Bruselas del martes santo dan mucho de qué hablar (quizá demasiado, a juzgar por algunos opinadores y expertos de ocasión), pero sobre todo, mucho qué pensar (un ejercicio más exigente, y en consecuencia, más infrecuente, no sólo ante los micrófonos, sino frente a los escritorios y alrededor de las mesas de juntas donde se toman las grandes decisiones políticas).
Da qué pensar que los atentados suicidas reivindicados por ISIS se hayan intensificado a la par que la ofensiva de la coalición en Siria e Iraq ha venido forzando su repliegue. En efecto, aunque ISIS conserva todavía algunos bastiones de importancia, ha visto reducirse su control territorial, y lo que es más significativo, su expansión parece haberse estancado. Es como si para compensar sus reveses en el campo de batalla, estuviera incrementando (aún más) su apuesta por el terrorismo. Ello le permitiría llevar la yihad al corazón mismo de Occidente, y sobrevivir a la adversa coyuntura que parece estar atravesando en el plano militar.
Da qué pensar que el atentado se haya producido en Bélgica, y no sólo porque ese país sea el lugar de procedencia de la mayor parte de combatientes extranjeros vinculados a ISIS; sino porque es, según algunos indicadores, lo más parecido a un Estado debilitado -y en cualquier caso disfuncional- en el “primer mundo”. Ello se refleja las dificultades que ha tenido que sortear en el pasado para formar gobierno (en insólita competencia con un país como Iraq); en la inmanejable maraña administrativa que resulta de su exacerbada federalización; en la falta de coordinación de los operadores de seguridad e inteligencia (existen 6 cuerpos de policía completamente independientes, y aun así, Bélgica es uno de los centros europeos de tráfico de armas); y en las precarias condiciones en que vive una minoritaria población musulmana (4 % del total de habitantes) confinada (y marginada) en enclaves como el tristemente célebre Sint-Jans-Molenbeek.
Da qué pensar que a estas alturas los europeos no compartan información vital en materia de seguridad: listas de pasajeros de aviones, registros de movimientos, bases de datos de investigaciones, entre otras. Y resulta paradójico que si Europa quiere mantener uno de los mayores logros de la integración -la libertad de movimiento y circulación- esté en mora de implementar medidas de control sin las cuales se verá forzada a renunciar a él en aras de una seguridad virtualmente imposible.
Da qué pensar que, gracias al terrorismo suicida, ISIS logre galvanizarse y asegurar tanto su globalización como su perpetuación en el tiempo.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales